15/11/10

Miércoles

Había tenido una noche de insomnio insufrible y no tenía ganas de despertar esa mañana. De todos modos tuve que tomar las pastillas que me ponen de buen humor en el día y tomar desayuno con mis tíos. Llevaba casi un mes con ellos y no había tenido problemas hasta el momento. Me bañe con agua helada y ayude a mi tío con la puerta del garaje. Tenía clases en un par de horas y quería leer los periódicos del día.

Para mi mala suerte a mi tía no le gustaba darme café por que era lo que prescrito el médico. “nada de cafeína por unos meses” decía la nota junto a la receta con todas las pastillas que debía consumir en las mañanas, tardes y noches. Tenía suerte de no tener que tomar pastillas en la madrugada aunque esto no hubiera sido un problema por tengo la mala costumbre de dormir cuando sale el sol casi todos los días.

Es cierto. Tenía problemas no solo con mis padres y por eso ahora vivía con mis tíos, sino también con mis horarios. Dormía cuando no se suponía que debía hacerlo. Estaba despierto cuando se suponía que debería estar dormido. Había desarrollado una muy incómoda gastritis desde los diecinueve años y era algo desordenado en general.

En fin recuerdo que esa mañana desperté a duras penas. Tome jugo de naranja y me despedí de mi tía para ir directo al mismo café de siempre y pedir un expreso doble sin azúcar. En realidad siempre lo traían sin azúcar y yo nunca le echaba más que una mirada antes de empezar a beber. A los veinte años me prohibieron el alcohol pero no los cigarrillos.

Nadie más sabía que fumaba cigarrillos en las mañanas. Un muy mal habito que en algún momento debía corregir. Mis tíos no tenían hijos, eran un joven matrimonio sin problemas, aunque ambos estaban más cerca de los cuarenta que de los treinta. Yo no tenía primos y dormía en la sala de su casa desde los veintiuno. En mi último cumpleaños no recibí regalos. Creo llamare a mi mama. ­

No hay comentarios: