19/11/10

Malas costumbres

 

Nunca dejo propina después de beber. No es que me atiendan mal, de hecho siento que soy muy bien atendido por las chicas que trabajan ahí. Sin embargo nunca dejo propina y tampoco entiendo porqué debería hacerlo ya que después de todo siempre pago el café que bebo. A veces me dan un vaso con agua helada y si llego muy temprano o muy tarde me regalan galletitas de avenas. Son muy ricas y acompañan bien el café que, por suerte, me gusta amargo.

En esta ciudad los días son largos, tristes y aburridos. El cielo que la cubre es gris y melancólico. A mí me gusta beber café todos los días esperando a que la cajera se digne a darme su nombre para poder invitarla a salir algún día. Me gusta, me gusta mucho. Me gusta su larga cabellera negra siempre suelta y nunca amarrada como el de las otras chicas. Me gustan sus manos de pianista. Me gustan sus ojos profundos en los cuales podría perderme en cualquier momento.

Creo que nunca me dará su nombre y debe ser porque nunca dejo propina en el vaso dispuesto para ello. Nunca pido la cuenta por que prefiero ir a la caja para verla, si a ella y a nadie más. También lo hago por que detesto esperar y perder mi tiempo. Antes prefiero que alguien tome mi mesa y así hago algo por alguien que no conozco y con quien solo intercambiare una sonrisa. Las personas suelen ir y venir, para mi suerte, por que ya es bastante con mi rutina y seria un suplicio tener que soportar las mismas caras. No es así, yo soy el único que viene todos los días, eso sí, nunca a la misma hora.

A veces veo a ex compañeros de clase pasar. Si tengo suerte y me ven, suelen saludarme. Estoy casi irreconocible. Me corte el cabello y me afeito casi a diario. Nadie me obliga, pero ya me acostumbre a vestir saco y corbata. Lo único que llena mi armario son diez ternos y veinte camisas. La colección de corbatas la herede a los veinte. Mi mama aun me dice cuando es momento de mandar la ropa a la lavandería, siempre unos cuantos días antes de quedarme sin ropa.

Prefiero botar las colillas de los cigarrillos que fumo por lo general en el piso y no en el cenicero que me dan. Lo hago por que siempre me quemo al final de cada cigarrillo mientras fumo mi existencia. Mala suerte, no pienso recogerlos.

En resumen, vengo al mismo café de siempre desde que empecé la universidad y leía novelas sucias que a mi padre no le gustaban hasta ahora que escribo novelas aun más sucias que las que solía leer que muy poca gente lee y que mi padre nunca leerá ni aprobara, nunca jamás.

Estas al menos me permiten pagar algunas cuentas y tener la suficiente solvencia moral como para seguir viviendo en casa de mi madre sin ser recriminado. Yo no los molesto o al menos trato de no hacerlo y ellos ya llevan un buen tiempo sin molestarme.

Y es que para ser un escritor mediocre, bastante mediocre diría yo, mi editor opina todo lo contrario. Me gusta dormir hasta muy tarde y dormir la siesta. Soy todo un haragán que al menos tiene por mal habito escribir.

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