29/4/11

Algo de vergüenza

 

Siento algo de vergüenza cada vez que tomo prestado algo de dinero de la alcancía de Barbie de mi hermana menor. No es que le este robando el dinero y me aproveche de su inocencia, es solo que a veces el dinero que recibo no me alcanza y esta es una medida desesperada a la que me he ido acostumbrando poco a poco. Estoy seguro de que cuando pueda le devolveré todo el dinero que tomado, sin que ella se dé cuenta y la invitare a salir al cine y luego por unos helados. Es lo menos que puedo hacer por ella.

Nunca pasó por mi mente la idea de pedirle prestado el dinero y de hacerlo estoy seguro que ella hubiera desconfiado de mi. Solo tomo el dinero cuando es realmente necesario. El problema es que mis prioridades no están establecidas de acuerdo a determinados criterios que harían de ellas un conjunto de directrices dignas de admiración.

Tengo algunos vicios que no puedo controlar. Bebo café en las noches para poder estudiar con tranquilidad y fumo unos cuantos cigarrillos a penas salgo del departamento antes de ir caminando a la universidad. Los viernes bebo cerveza con Antonio, mi mejor amigo desde los años de estudios generales letras, frente a la universidad en un pequeño restaurante que en las noches funciona como bar, cierra la puerta de ingreso y para entrar uno tiene conocer a la señora que atiende. Por suerte nos conoce desde hace algún tiempo y nos deja entrar aun cuando hay otras personas esperando. Nos quedamos conversando un rato y como no nos dan ceniceros tenemos que improvisar con las chapitas de cerveza.

Ahora el dinero simplemente no me alcanza porque son muchas las fotocopias que debo sacar por los cursos de la universidad. Me tiene podrido el tener que leer tanto. Por suerte mis notas no han bajado pero cada día fumo más y necesito beber varias tazas café para mantener el ritmo.

Mi hermana no tiene idea de las penurias que paso para poder mostrarme como alguien responsable. Yo nunca quise estudiar derecho. Simplemente estoy pagando el precio de mi indecisión en la adolescencia. Estoy seguro que sería más feliz estudiando literatura o filosofía. De todos modos hablaría de política con los amigos que conocí al empezar la universidad porque considero a los conductores de los programas dominicales bastante mediocres.

No se para que ahorra mi hermana. Tal vez desee comprarse algo escondidas. Todo está bien mientras no decida empezar a fumar. Yo la he visto en reuniones familiares y sé que no le gusta beber. Eso me tiene tranquilo. De todos modos siempre me regaña los viernes cuando llego oliendo a cantina caminando a tientas en la penumbra de la oscuridad. Por suerte mamá nunca se despierta y al día siguiente me cepillo los dientes muy temprano luego de tomar una aspirina y una de esas pastillas efervescentes para la acidez estomacal.

Bueno, ahora estamos en la semana de entrega de trabajos en la universidad y los exámenes finales están muy próximos. Si bien aun no trabajo conseguí algo de dinero haciendo presentaciones y esquemas de monografía incluyendo bibliografía para los chicos de primer ciclo de la facultad. Solo tuve que revisar mis propios trabajos y sacar distintas versiones. Los profesores son los mismos y no varían en casi nada el contenido de los cursos. Pienso devolverle el dinero a mi hermana y cumplir con lo que tenía pensado. Aunque pensándolo bien es viernes, he terminado mis lecturas y Antonio acaba de llamar.

25/4/11

El viejo está loco


Ninguno de los dos tuvo suerte con las mujeres. Mama se fue de la casa cuando yo tenía doce años y el viejo nunca lo superó. El pasaba casi todo el tiempo en su escritorio leyendo, escribiendo y fumando, botando las cenizas fuera del cenicero. Yo salía muy temprano al colegio y regresaba en la tarde para almorzar. Nos sentábamos en la mesa y él me decía que tenía nuevas historias, que por cierto inventaba, para compartir. Pasó el tiempo y le pedí que me dejara vivir en casa de una de mis tías. Sus hermanas no se habían casado y tenían tiempo libre para cuidarme. No quería ver como el viejo se iba consumiendo con el tiempo.

Después de ingresar a la universidad visitaba al viejo en su cumpleaños y navidad. Nunca le conté que salía con la misma chica desde los últimos días del colegio. Yo pensaba que sus consejos no eran útiles y que no sabía cómo tratar a una dama. Tal vez por eso mamá se harto de él y se fue para no volver nunca más. Hubiera preferido quedarme con ella y no con él.

Detesto el olor de los cigarrillos así estén apagados y también a la gente que fuma pero nunca me atreví a pedirle que se abstuviera de continuar con sus vicios en mi presencia.

Cuando me gradué invite a mis tías a la ceremonia pues habían pagado casi la totalidad de mis estudios de derecho. Ellas lo invitaron por cortesía. Se presentó con un terno horrible y en zapatillas. Bueno, así de loco estaba el viejo.

Con algo de esfuerzo logre colmar las expectativas de los dueños del estudio en el que empecé a practicar cuando no había terminado la carrera. Luego me contrataron y tuve un trabajo estable que me permitiría constituir una familia. Camila era la mujer de mi vida y yo no tenía planeado cometer los mismos errores que el viejo.

Yo le pasaba algo de dinero a fin de mes al viejo para que pudiera comprar cigarrillos y cerveza. El seguía escribiendo en su escritorio. En algún momento tendría que contratar a una enfermera para que lo ayudara. Durante sus buenos años el viejo trabajó en una consultora en el área de recursos humanos. Era psicólogo y su trabajo consistía en ver a quien contratar y a quien despedir. Luego renunció. A veces tenía algo de curiosidad por saber de dónde sacaba el dinero para el diario y sus vicios.

Mis tías me dijeron antes de mi matrimonio que en realidad el viejo había estado pagando mis estudios y otros gastos y que después de renunciar se había dedicado a mandar sus cuentos a editoriales pequeñas. Se ganaba la vida escribiendo y para eso necesitaba estar loco.  Me sentí un poco mal por él.
Ahora el pequeño Andrés tiene dificultades para hacer amigos y yo para cuidarlo. Después del divorcio me dio mucha vergüenza recurrir a mis tías para pedirles ayuda. Solo me quedaba el viejo. Conocer a su nieto tal vez le alegraría el fin de semana. Yo tenía que revisar los papeles de un caso importante que podría pagar las cuentas hasta fin de año.

No creí necesario llamarlo así que fui a su casa. Andrés podría quedarse en mi cuarto porque el viejo me dijo que no había cambiado nada desde que mamá se fue. Aun habían fotos mías de niño en las paredes. Mis tías ayudaban en la limpieza los fines de semana pero se cansaron hace un tiempo y decidieron mandar a una chica para que lo hiciera en lugar de ellas. Al viejo ya no le gustaba conversar como antes.

Ten cuidado Andrés, el viejo esta loco pero es buena persona. Es mi papá y lo quiero a pesar de lo raro que es. –le dije

El me miro desconcertado no entendía porque tenía que quedarse el fin de semana con el viejo. Ya empezaba a dudar si esto era en verdad una buena idea. Toque el timbre y salió el viejo. Lo salude haciendo el mayor de los esfuerzos para soportar su hedor a cerveza y tabaco. No estaba ebrio, solo tenía algo de resaca. Conversamos un rato, Andrés esperaba en el auto. Le pregunte si estaba bien como para cuidar a su nieto. Dijo que la pasarían bien. Trague saliva y le pedí que no bebiera ni fumara frente a él. Cogió su bastón, yo no sabía que necesitara uno, y me golpeo. El viejo tenía una forma muy extraña de mostrar afecto.

Listo, Andrés. Te quedas con el abuelo. Vengo el domingo para desayunar pero si pasa algo no duden en llamarme- me refería a los dos.  

Aun tenía miedo de lo que estaba haciendo y esperaba no arrepentirme a mitad del camino al departamento.
-Abuelo, ¿por qué no te conocí antes?-pregunto Andrés

-No estoy muy seguro. No me gusta hablar mucho con las personas pero tú eres mi nieto y puedo hacer una excepción. Tu papá ya me dijo que no puedo beber ni fumar frente a ti así que me espera un día largo pero creo que podemos pasarla bien. Tengo una colección de fotos antiguas en las que aparece tu abuela y yo cuando éramos jóvenes. Podemos imaginar que estamos en una banda, tu tocando la batería y yo, la guitarra en el garaje hasta que los vecinos nos manden a callar. Tengo varios libros pero a tu edad me daba flojera leer así que haremos construcciones con ellos. Veremos quién de los dos es más creativo. Y lo mejor de todo es que tendremos tiempo para hablar y conocernos. Sabes tengo muchas historias, no me gusta cocinar así que podemos pedir algo por teléfono, tú eliges. Imagina que es tu cumpleaños, no tengo disfraces pero tengo mucha ropa de abuelo y algo te puede gustar. Y no me retes a pelear con mi bastón. Ten por seguro que te ganaré. Toma, coge este y yo iré a buscar otro.-todo esto fue una breve verborrea pronunciada por el viejo que hacía gestos extraños con las manos, con la mirada perdida mientras se acomodaba de vez en cuando los largos mechones de pelo blanco atrás de las orejas.

-¡Abuelo, tú no estás loco!  Eres un niño en un cuerpo de abuelo. ¿Por qué no te divertías así con mi papá? Le tengo que contar lo genial que eres.
- bueno además de genial soy un genio pero sobre todo soy macanudo y cojonudo. ¡El mas cojonudo de todos los viejos!-
-vaya, no entiendo tus palabras pero es cierto, debes ser el más cojonudo de todos los abuelos-
- bueno no repitas mis palabras de abuelo frente a tu papá que después no va querer que me visites mas. tu puedes venir cuando quieras.-El viejo estaba contento y hasta sonreía.
-¿abuelo, cómo te llamas? No se tu nombre-pregunto, una vez más, Andrés con los ojos iluminados.
-Me llamo Andrés como tú.- el viejo se saco los lentes y le dio una palmadita en la espalda a su nieto-tocayo.

22/4/11

exequias

Un velatorio es aquel lugar en el cual se realizan velorios. Un velorio consiste en velar un féretro. Y este es uno de los eventos, si bien algo trágicos, más aburridos a los que uno pueda asistir. O al menos es lo que creo. Y claro, obviamente, nunca tendremos la oportunidad de asistir al nuestro.


Pero tener únicamente  en cuenta la naturaleza trágica del evento sería no apreciar la totalidad de uno de los pocos ritos que ha permanecido en la historia de la humanidad desde que esta se conoce como tal. Se debe tener también en cuenta (y sobre todo) el que se reúna a los amigos, conocidos con algo de curiosidad y familiares, por ultima vez y no precisamente en ese orden.  Solo de esta forma es posible a compartir el ágape con los que nos acompañaron, aprovechar la última oportunidad de expresar el ser gregario en fraternidad y definitivamente no permitir que se beba licor barato.


Esas fueron algunas de las consideraciones que pasaban por mi mente al entrar a una iglesia después de mucho tiempo. Fue mi hermano el que me comunicó la noticia en la madrugada. Solo me dio la información relevante y yo agradecí el gesto dándole más tiempo para llamar a otras personas que estuvieran más interesadas que yo así que colgué el teléfono de inmediato para seguir durmiendo y no tener ojeras al día siguiente. Solo tenía un hermano y era él. Yo nací antes, pero él hacía las veces de hermano mayor y a mí me daba igual porque a todos en la familia, que se iba reduciendo con el tiempo, les daba igual de la misma manera.

Decía entonces que los velorios eran aburridos, muy aburridos y en especial porque todos debíamos ir casi uniformados según las estrictas reglas de algún protocolo social del cual nunca fui informado. Si bien tenía un par de ternos, los que usaba para eventuales presentaciones en el trabajo, no me gustaba la idea de ir tan formal en especial con el calor que iba tener que soportar. Lentes de sol, listos.


Desperté antes que la alarma del despertador lo hiciera. Me levante y me dirigí a la ducha. Sabía que el día que me esperaba tendría silencios incómodos. No tenía problemas con el silencio pero si con esa extraña sensación de sentirme incomodo. Hace mucho que no sabía de él y sin embargo ya sabía que nos volveríamos a ver solo bajo estas circunstancias. Estaba casi listo, demore solo en escoger la corbata adecuada.


Al salir del departamento, en vestíbulo ya casi por salir del edificio tampoco creí necesario despertarlo, era muy temprano. Era domingo y de este modo mi reciente rutina no se vería afectada. No apague el despertador. Camine un par de cuadras, no tenía un café preferido así que esta vez fui al más cercano. No estaba desaliñado, incluso me había afeitado. Saben esto de tener que ver a la familia en velorios y ya no en cumpleaños me empezaba a fastidiar. Dejar de recibir invitaciones para recibir noticias en momentos menos esperados o los obituarios tampoco me parecía divertido.

Y no era divertido porque ya sabía que me esperaba una tarde muy aburrida. Regrese al departamento y lo encontré despierto, no le dije nada al respecto pero mi aspecto me delataba. Le di el periódico, cambiamos un par de frases y nos pusimos a terminar algunos apuntes. Faltaban solo dos días para el cierre de la siguiente edición de la revista. “Es probable que tenga ideas para una nueva historia” le dije. No respondió.

Pedimos una pizza para el almuerzo y abrimos una botella de vino. Tenía miedo de manchar la camisa pero la flojera por volver a hacer el nudo de la corbata pudo mas. Desde la ventana veíamos el patio de nuestro antiguo colegio y nos daba cierta satisfacción sin sentido el poder fumar a cualquier hora tan cerca.

Me di cuenta que no había lustrado mis zapatos. No me importaba mucho pero quería que al menos mi madre no tuviera algo más de que quejarse. Pedro se había bañado y estaba en bata. Me miro y dijo que no demoraría mucho en cambiarse.

Pasaron diez minutos y se había puesto uno de mis ternos. El no tenía casi nada de ropa formal. Casi siempre lo veía en bermudas y polos que compraba en la sección de adolescentes.

En fin, limpiamos la cocina, salimos del edificio y tomamos un taxi para ir al velatorio que estaba al costado de una iglesia algo grande. Ahora tendría que enfrentar no solo la muerte de mi padre sino también todas las responsabilidades que su partida había dejado. La verdad es que me aleje de todos los últimos años. Pero ahora que ya no había nadie para criticarme tal vez los vería mas seguido.

17/4/11

Estoy harta de ti

Estoy harta de ti, de tus manías, tus neurosis y sobre de tus obsesiones. No quiero ser una de ellas pues últimamente pretendes llevarme al desconcierto por tu estado de salud. Deja ya de escribirme desde la clínica. Si te veo será solo para confirmar que te quedan muchos años de vida y que en algún otro momento podremos compartir algo. Y es que ahora, lo único que quiero compartir contigo es la cuenta del café.

No debí acercarme a ti desde un inicio. Pero te veías tan inofensivo pero sobre todo tímido que no pensé que conversar contigo podría acabar tan mal. Te esperaba a la salida de clases. Eras el jefe de práctica del curso de narrativa en la universidad más conocida de la ciudad. Me costó mucho ingresar pero disfrute desde el inicio las clases y los ambientes. Sentía que tenía mucho por vivir en sus amplios jardines y acostumbrarme a su pomposo nombre, sin dejar de mencionar toda la mitología creada por generaciones desde que se fundó a inicios del siglo pasado.

Al caminar por los pasillos no solo pensaba en los estudios sino también en todos los compañeros y amigos que iba a conocer. No quedé muy satisfecha con la educación que recibí en el colegio de monjas en el cual estudié ni me llevé muy bien con las chicas de la promoción.

Pasó algún tiempo y empecé a sentir cierto descontento en la universidad. Las chicas solo pensaban en ropa y fiestas y los chicos perdían el interés por las humanidades. Era muy raro encontrar gente que fuera a literatura o filosofía, que eran mis opciones a seguir aunque mi carné señalara que era una estudiante de economía.

Tú te quedabas al final de cada clase ordenando papeles y tomando apuntes en un cuaderno. No sé que podías estar apuntando si, al parecer, te sabias todo de memoria. Todo empezó con algunas preguntas sobre qué autores podría leer en mi tiempo libre. Me sugeriste leer a Bukowski y a Carver después de que te dijera que me había gustado mucho leer a Ribeyro. El parecido en las temáticas era asombroso aunque cada autor tenía un estilo diferente.

Estaba harta de los libros pudorosos y novelas rosas, ahora tan populares. Comentabas que nunca te atrajo ni el romanticismo alemán ni el realismo francés. Teníamos solo tres semanas para leer Madame Bovary antes del control de lectura y fue en ese momento cuando me atreví a preguntarte por algunos comentarios que pudieran ayudarme a entenderla.

Si, es cierto. Tus análisis eran complejos pero muy puntuales y pertinentes. Pensé que ya deberías estar aburrido de hablar siempre de lo mismo pero te veías muy interesado en explicar teorías y dar a conocer distintas apreciaciones.

Fue mi culpa. Fui yo quien te invito un café. Aceptaste dudando. Y es que tú no puedes beber café sin tener un cigarrillo en la mano izquierda viendo tu reloj cada cierto tiempo.

Eres incapaz de mantener una conversación que no tenga que ver con lo que has leído. Yo estaba interesada en tu vida. Pero tu obsesión por los libros nubla por completo tu sentido común. Es más, dudo si es que tienes noción de los que es tener sentido común.

En fin se que buscas respuestas en la oscuridad y que huyes de la luz del día. Que duermes en las mañanas porque te gusta leer en las madrugadas. Que juegas con tu encendedor porque no se puede fumar en la universidad. Que te escondes del pasado y del futuro para solo vivir mentiras en el presente. Haz dejado tu vida de lado. Vives en un suspiro. Eres una víctima del momento. Eres una criatura de la noche y me gustas a si como eres.

Tal vez termine la carrera de economía antes de estudiar literatura. Tengo miedo de acabar como tú. 

11/4/11

“¿En que momento se jodio el Perú?”
-La volatilidad del voto en las elecciones generales del Perú (abril de 2011)

El titulo de este artículo es una pregunta planteada por “Zavalita” en el libro “Conversaciones en la catedral” de Mario Vargas Llosa y puede resumir, en líneas generales, lo que sucede en el imaginario colectivo de muchos peruanos cada vez que tenemos elecciones generales.

En un país post-crisis de partidos en la que estos ya no son necesarios los electores hemos pasado de ser militantes a simples simpatizantes. No existe discurso o ideología alguna que estructure el devenir político ni que represente a la ciudadanía.

La falta de representación aparente por la inexistencia de partidos políticos sólidos y que duren más de una elección general ha sido superada por la aparición de actores políticos que prometen satisfacer las necesidades de la población y la incertidumbre generada por el vacio constante en este ámbito. La promesa es suficiente, ya no es necesario un aparato constate pues la política parece ser un espacio ajeno para la mayoría de ciudadanos.

Vivimos en una democracia aún joven después de años difíciles durante la década de los noventa con defectos por resolver. No nos gusta la idea de ser representados por aquellos que son elegidos por una mayoría que responde al clientelismo, asistencialismo y paternalismo.

Estas elecciones, respecto a la anterior, dejan varias preguntas sin una aparente respuesta clara e inequívoca. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué seguimos obsesionados con la idea de votar por el mal menor? ¿Por qué existe un tan alto porcentaje de la población que decide votar por candidatos que no representan, necesariamente, el perfil de un profesional capacitado para gobernar el país por cinco años?

Varias posibilidades parecen justificar este hecho. En primer lugar, el descontento generalizado respecto a la clase política. Esta, definitivamente, no se hace un favor con la continuidad de la corrupción arraigado en todos los niveles de su estructura.

La pobreza como flagelo de una sociedad que se jacta de un crecimiento sostenible en los últimos años en cifras macroeconómicas hace que esta población vaya en busca de un cambio total. Sin embargo se piensa generalmente que la solución es inmediata y que esta vendrá de algún agente externo como si fuese una verdad por revelar.

Pues no. La solución está en seguir un modelo constante que brinde oportunidades de desarrollo de forma equitativa. El asistencialismo es un paliativo a la pobreza pero no la solución a esta.

Hemos sido testigos de cómo en estas elecciones los resultados estarán constituidos por simpatías a proyectos que, básicamente, ofrecían lo mismo salvo la excepciones de candidatos que representaban extremos.

Las encuestan reflejaron en un principio que el ciudadano común “paga por ver”, es decir, confiaba su voto a candidatos que habían desempañado algún cargo público o representaban la labor de un régimen anterior. Un primer escenario mostraba a un ex presidente, a un ex alcalde y a la heredera de diez años de gobierno liderando las encuestas.

Luego pasamos a analizar los conceptos de voto a conciencia, perdido y finalmente, estratégico. La campaña fue ardua y tuvo consecuencias en el panorama de los candidatos que se verían en segunda vuelta.

En el 2005 el escenario Garcia-Humala se veía improbable, pero fue lo que pasó. En estas elecciones pensar en el escenario Fujimori-Humala parecía improbable en un inicio pero lo que en las elecciones anteriores se manifestó como la aparición de un outsider, un agente ajeno a la política, ahora se presento como la consolidación de un movimiento anti sistema institucionalizado en el apoyo a determinado candidato.

El candidato que encabezaba encuestas al inicio de la campaña no supo cómo mantener el apoyo que tenia pese a su gestión como presidente en el pasado. El ex alcalde no pudo convencer al resto del país y la gran sorpresa la dio un ex ministro de economía que supo como interesar a la juventud en una propuesta distinta. Es una lástima que no estemos preparados como país para enfrentar retos a largo plazo y por etapas como lo había planteado este ultimo candidato.

La final de la campaña estuve plagada de puyas y ataques. Consideramos que la democracia esta subvalorada si un tal alto porcentaje de ciudadanos apoya posiciones anti sistema o el retorno de viejas prácticas autoritarias y no la continuidad del modelo económico actual que ha mostrado generar un desarrollo sostenido en los últimos años. Sabemos que existen fallas y que estas deben ser resueltas pero no con un salto al vacío o el retorno al pasado.

7/4/11

Sorpresa

No recuerdo exactamente en qué momento dejamos de ser amigos para que nuestra relación se volviera únicamente una de profesional-paciente. Tú empezaste siendo la amiga de una amiga y yo el chico raro que no podía dejar de hablar de metafísica en las reuniones a las que íbamos. Llevar una conversación conmigo no es fácil. Llevarse bien conmigo es complicado. Pero a fin de cuentas logramos llevarnos bien y salir un par de veces juntos.

Primero fue un café, luego al teatro y después al cumpleaños de mi hermano. Todos pensaban que entre tú y yo tendría que haber algo que una amistad muy cercana. Yo tenía algunos problemas menos en la revista para la que trabajaba escribiendo crónicas. Tenía que ver al cardiólogo de vez en cuando por problemas con la presión.

En una, de tantas, visitas a la clínica a la que voy desde que tengo uso de razón se me ocurrió pedir una cita en psicología. Me preguntaron si tenía alguna preferencia en especial. Me podía atender un psicólogo mayor con varios años de experiencia en la clínica o una chica que acaban de contratar. Quise darle una oportunidad a aquella psicóloga con poca experiencia. De todos modos mis problemas no eran tan graves y tenía miedo de que me derivaran a psiquiatría. Yo no estoy loco o al menos es lo que pienso.

Mi sorpresa fue grande cuando al entrar a la consulta te vi detrás del escritorio. Sabía que habías estudiado psicología pero no que te habías especializado en psicología clínica. Ahora tenías que tratar distintos problemas, todos ajenos y tratar de no volverte loca en el camino.

-¡Julián! ¿Qué te trae por aquí?- pregunto ella.
-No estoy muy seguro. Era solo algo de curiosidad. La revista me tiene muy agobiado.- respondí.

Luego paso hacerme unas cuantas preguntas. Después le tuve que contar que había tenido problemas para dejar el alcohol y que ahora estaba tratando de dejar el café. Las diez tazas que tomaba en el día ya empezaban a causar estragos en mi salud y no quería estar medicado por nada del mundo.

Una señora mayor irrumpió en el consultorio y dijo, algo enojada, que no podía esperar más. Luego del impase nos reímos un poco. Los consejos finales fueron que me relajara y que no me preocupara en exceso por mis responsabilidades. Después de todo ella sabía que estaba en capacidad de resolver y enfrentar cualquier adversidad con facilidad.

-¿A qué hora terminas?- pregunte.
-Lo siento, pero ahora soy tu psicóloga.- respondió
-¡bah! Vamos por un helado. Te invitaría un café pero lo estoy tratando de dejar.-
-Espera en el pasillo y nos vamos juntos.- yo sabía que lo anterior había sido una broma

Al interior de la clínica no se podía fumar y yo tenía ganas de un cigarrillo. Empecé a jugar con mi encendedor. Me lo había regalado mi hermano menor hace ya bastante tiempo. Una enfermera me dijo que dejara de hacer bulla por que podía molestar a otros pacientes, la mayoría de ellos con un pie en la otra vida por la avanzada edad que tenían. Esta era una clínica de viejos.

Ella salió de atender a la señora mayor. Cargaba algunas historias clínicas en una mano y en la otra tenía un maletín.

Si quería estar con ella debía dejar de su paciente, pero realmente necesitaba su ayuda para poder estar tranquilo. Por suerte hasta ahora nadie me había prohibido fumar. De todos modos casi nadie sabía que fumaba en el trabajo y hacia lo posible por evitar la mala costumbre cerca a familiares y amigos cercanos.

Fuimos a la cafetería de la clínica. Había sido un día largo y ambos estábamos cansados. No pude con mi genio y pedí un café. Ella frunció el ceño y pidió un té verde.

-Es la última del día.- dije
-Prefiero no saber cuántas has tomado en el día.- Creo que estaba de mal humor.
-Vengo a esta clínica desde siempre. Recién ahora me doy cuenta que nadie fuma en los pasillos ni en los jardines. Si estuviera internado iría a la entrada de emergencia a beber café y fumar cigarrillos con los choferes de las ambulancias.
-No has cambiado nada. Sigues siendo el mismo Julián de siempre. Tienes que controlarte o no vas a llegar a los cincuenta. –Ahora parecía preocupada.
-Lo sé, no te preocupes es una broma. Estuve buscando chicles y parches de nicotina pero son muy difíciles de encontrar. Trato de nadar en la piscina del colegio cada vez que tengo tiempo. Los ex alumnos podemos nadar casi gratis. Estoy más tranquilo que antes. Trato de cuidarme.
-No es suficiente. Tienes que dejar el cigarrillo.
-Lo siento, es algo que no puedo prometer.
-Yo tampoco puedo prometer que vayas a mejorar, ojala tengas suerte en la revista y escribiendo como siempre lo has hecho. Eres realmente bueno. Eres un chico muy inteligente que no actúa de forma inteligente.

Me quede en blanco. No supe que mas responder. Ella se levanto y se fue de la cafetería. Pague la cuenta y me di cuenta que ahora no hablaba con mi amiga sino con mi psicóloga.

4/4/11

Despedida

Te conocí hace más de quince años por que recuerdo exactamente el momento y fecha en el cual te vi por primera vez. Ambos éramos un par de niños muy dispersos a los cuales sus padres mandaron a estudiar a un colegio que no aceptaba más de diez niños por salón.

No paso mucho tiempo hasta mi madre, obnubilada por las tertulias a las que asistía todos los viernes con sus amigas de la universidad, decidiera cambiarme de colegio a uno mucho más grande y de “prestigio” pues esa era la recomendación general y por consenso en aquellos aquelarres.

La decisión implicaba el pasar de pequeño grupo en el cual conocía a todos mis compañeros, así no me llevara bien con todos, a otro en el cual estaríamos divididos en cuatro secciones de treinta chicos en cada aula. Yo estaba seguro de que nunca llegaría a conocerlos a todos pero también tenía la promesa de poder presumir sobre el nombre del nuevo colegio cuando estuviera en la universidad.

Efectivamente eso nunca paso. Conocí a unos cuantos que tuvieron la amabilidad de hablar con un extraño que había estudiado los cuatro primeros años de primaria en otro colegio. Ellos ya pensaban en terminar aquella etapa para pasar a secundaria y tener más libertades como los chicos mayores que iban a fiestas y hablaban con chicas de otros colegios.

Yo integre el equipo de ajedrez del colegio para tener alguna actividad en la cual pudiera avocarme y dedicar el tiempo libre que tenia. Había chicos de otras promociones, en su mayoría menores, éramos pocos pero fue así como asistí a mis primeras reuniones sociales con chicos de mi nuevo colegio.

Yo solía esperar con ansias mi cumpleaños. El primer años, luego del cambio de colegio, invite a mis amigos de siempre, algunos vecinos y unos cuantos del nuevo colegio, en realidad solo a aquellos que se habían dignado a hablarme a inicios del año pues mi cumpleaños es en noviembre.

Pasaron los años y las excusas fueron apareciendo. Ella no podía venir porque tenía algún otro compromiso, pero siempre me mandaba una tarjeta con algunas líneas de puño y letras. Fue ahí cuando conocí lo que era una decepción y el sentirse solo en una multitud. Ya tenía varios amigos en el colegio los cuales me presentaban a más chicos y chicas de otros colegios pero no era lo mismo.

Nunca se me fue la timidez. Siempre he sido parco y algo huraño al hablar con desconocidos. Probablemente mis amigos pensaron en un inicio que era un eremita. Cuando empezamos a ir a fiestas de quince años solucionaba algunos de mis problemas con algunos vasos de ron con cola.

Desde muy joven tuve cierta facilidad para hablar sobre humanidades en general. Estaba muy interesado por el realismo sucio y los marginales en una época. Luego me intereso la filosofía antigua y después los análisis sociológicos comparados. Supongo que hablar de temas complicados para la edad que tenía en ese entonces atraía la atención de varias personas, sobre todo la de las chicas que despertaban cierto interés aún inocente aunque arrebatado por los desordenes hormonales propios de la edad.

Cuando cumplí la mayoría de edad ya estaba cursando el segundo ciclo en la universidad. Después de algunas llamadas logre comprometer a los amigos de toda una corta existencia a que asistieran a una reunión que mi madre había organizado en el bar ingles de un conocido casino. Por suerte yo era el menor de todos así que todos teníamos licencia para beber con tranquilidad.

Ella vino, algo tarde, pero la espera valió la pena. Había perdido algo de contacto con ella desde los últimos años de la secundaria. Todos nos divertimos y la pasamos muy bien. Intercambiábamos anécdotas y contábamos historias sobre lo bien que nos iba en la universidad o aquellos gratos recuerdos que teníamos de la época de escolares.

Mis siguientes cumpleaños fueron reuniones pequeñas. Algunos ya empezábamos a trabajar o estábamos por titularnos y teníamos que esforzarnos por presentar una buena tesis. Al poco tiempo y sin darme cuenta pasaba mis tardes en la redacción de una revista que poco a poco se fue haciendo conocida y que empezó como parte del proyecto de licenciatura de algunos amigos.

Nunca tuve un tema específico sobre el cual escribir. Me interesaba la política pero me aburría escribir sobre el mismo tema de vez en cuando así que tenía que ir variando de acuerdo a las sugerencias de los compañeros de trabajo. Yo tenía el escritorio cerca a la ventana y podía fumar sin perturbar a los demás.

En algún momento mi historia se confundía con la historia de mis cigarrillos. No recuerdo cuando fue que empecé con este mal hábito que por cierto molestaba a algunos de mis amigos más cercanos. Ella nunca entendió, ni quiso comprender mis defectos y cuando estaba cerca a ella hacia lo posible por evitar la tentación de un cigarrillo.

Hace unos días te vi de casualidad en el café al que voy antes del trabajo y se me ocurrió hablar de nuestra historia en la columna que tengo en la revista. No sabía si el contenido de lo que había escrito era publicable así que tuve que hacer unas cuantas preguntas antes de mandar el material a edición. Resulto siendo un material curioso y fuera de lo habitual así que decidieron publicarlo, me pidieron una imagen y les di una que tenía guardada en la billetera. Después de todo era la única que tenía en la que salíamos junto.

No es que fuese muy conocido pero a veces ya no me cobraban el café cuando tenía un billete grande y estaba con algo de prisa en las mañanas. A la semana siguiente mi crónica fue publicada, mi rutina continuaba y ya pensaba en los siguientes textos pendientes por publicar.

Tú seguías en mi mente. No podía alejarte. Mi interior era el lugar adecuado para divagar en ucronias.

Esta mañana fui a la revista para continuar con la rutina. Nada del otro jueves, solo ver que hacen los demás y ver qué es lo que puedo escribir en unas cuantas horas. Usualmente ayudo a los practicantes dándoles ideas que ellos puedan desarrollar. Talento en bruto que necesita ser pulido. Mi sorpresa fue grande cuando me dijeron que habían recibido una llamada para mí. Fuiste tú. Pensé que algo malo había ocurrido así que no me importa nada y empecé a fumar en la sala común de la oficina. El recado era simple. No quería volver a saber nada de mi nunca más.

La vida no solo trae sorpresas, también, decepciones. Yo ya te extraño y nunca pude despedirme. Sin embargo a veces es necesario dejar el pasado atrás sin olvidarlo.

3/4/11

Retrato

Conocí a Joaquín en el colegio. No hablábamos mucho. El se sentaba en la última fila del salón junto a Julián. Al parecer no tenían interés en hablar con nosotros, los otros chicos de la promoción, y nosotros nunca tuvimos problemas con ellos. A veces los veía en las fiestas o reuniones a las que iba con mis amigos.

Una vez que termine el colegio no supe más de ellos. En la última reunión de promoción supe que Julián se había ido a estudiar a España y que Joaquín había dejado la economía para dedicarse a la literatura. Fue la primera vez que converse tanto con el. Bueno, el alcohol tiene esas propiedades y suele ser pretexto para conocer nuevas personas aunque a Joaquín ya lo conocía desde hace casi diez años. Después de unos cuantos tragos, y pequeñas reseñas que el me daba sobre sus autores favoritos me di cuenta que era alguien bastante peculiar. Toda una lástima el no haberlo conocido en el colegio.

Quedamos en tomarnos una cerveza en aquella reunión o al menos era lo que ambos recordábamos. Todos terminamos algo ebrios y buscábamos conversar con chicas de otras promociones. Nuestra promoción fue la última de varones.

Poco a poco empezamos a frecuentarnos más seguido. Después de nuestra primera cerveza me dijo que prefería beber café. Yo no tenía problemas, de todos modos beber café me salía más barato que ir por unos tragos. Siempre me preguntaba si me incomodaba que fumara tanto. No sabía que tanto podía fumar como para hacer siempre la misma pregunta. Le seguía la corriente para no perder el ritmo de las conversaciones, que por cierto eran muy interesantes e ilustrativas, aunque finalmente resultaran siendo soliloquios.

Yo trabajaba en el área legal de un banco conocido. Nunca me gusto la carrera pero al menos ya trabajaba y pensaba en mudarme pronto de la casa de mis padres. Cuando le conté esto a Joaquín me dijo que tenía un cuarto disponible en su casa ya que vivía con su abuela. No quise preguntarle mucho respecto al asunto. Lo que pude notar era que el cuidaba a su abuela junto a una enfermera que venía en las mañanas. A su abuela le gustaba cuidar el jardín, tejer y cantar.

Ante mi desconcierto Joaquín me explico que sus padres no tuvieron mejor idea que mandarlo a vivir con su abuela después de les dijo que no quería seguir estudiando economía. Para el no fue un castigo sino una bendición ya que se llevaba muy bien con su abuela, tenía todos los libros de su abuelo para leer a sus disposición y ahora nadie controlaba su hora de llegada pues había mandado a hacer entradas independientes. La casa era bastante grande y habían ambientes vacios. La cocina era el único espacio en común. Joaquín se las arreglaba para cocinar sin incendiar la casa.

Nunca llegue a conocer la casa por completo. Habían habitaciones que eran usadas como depósito por el resto de su familia y otras que simplemente estaban cerradas.

El precio de la renta era bastante justo. Estaba dentro de mis posibilidades y Joaquín me permitía darme bastantes libertades en su casa. Las únicas reglas eran que no podía fumar frente a su abuela y avisarle antes si iba con gente o si no iba a llegar a dormir pues no tenía pensado darme una copia de las llaves.

La convivencia fue fácil. Aun no conocía por completo a Joaquín, pero no tenia manías extrañas salvo fumar en el jardín después del almuerzo cuando su abuela dormía y leer poesía en voz baja en las madrugadas cuando no podía dormir. A mí no me incomodaba. Por lo general almorzaba saliendo del trabajo pero de todos modos ayudaba con las compras de víveres para la casa.

Fue en una noche de invierno en que la tos de fumador de Joaquín me despertó muy preocupado. Pensaba que se iba a morir y que iba a quedarme sin un lugar donde vivir pues no había logrado conocer por completo a su abuela. Joaquín no dejaba de toser y yo no sabía qué hacer. Se estaba ahogando en seco. El no podía hablar. Sudaba y me hacía señas con sus manos cuando me vio entrar a su habitación.

Entendí que necesitaba su inhalador. Estaba sobre su escritorio, paradójicamente junto a variar cajetillas de cigarrillos vacías. Joaquín inhalo unas tres veces antes de que pudiera volver a respirar con normalidad.

Cuando le pregunte sobre lo ocurrido me dijo que había estado limpiando la biblioteca y moviendo algunos libros para su habitación pues en estos días iban a llegar algunos libros de filosofía de Julián antes de que llegara a lima para visitarlo. Su dedicación a la lectura y cuidado de la casa afectaba su estado de salud. Esto sin mencionar su obsesión y compulsión por el vicio del cigarrillo.

Entendí que Joaquín trataba los libros de Julián con extremo cuidado. Los limpiaba, forraba y luego proseguía a leerlos a pesar de entenderlos con algo de dificultad pues Julián ya estaba por doctorarse en filosofía.

-No quiero que te mueras.- le dije con algo de sueño y preocupación.
-Estoy bien. Esto pasa de vez en cuando. En un par de horas preparo café y panqueques.- respondió.

A la mañana siguiente, luego del desayuno y lavar los trastes empezó a comentar sobre la llegada de Julián a Lima. Ahora también tenía interés en conocer a Julián como había llegado a conocer a Joaquín. De hecho me sentía infeliz con la vida que llevaba mientras que pensaba que ellos se divertían con todo lo que hacían, disfrutaban su existencia y hacían lo que querían sin llegar a excesos.

Yo no podía hacer nada de eso. Trabajaba solo para pagar cuentas. Había dejado de hablar con mis padres desde la mudanza y ahora tenía menos interés por la gente de la universidad y amigos del colegio. Joaquín suplía y abarcaba todas mis expectativas e intereses. Y ahora que Julián estaba en camino no hacía otra cosa que imaginar las conversaciones y salidas que tendríamos. Supuse que primero tendría que ser aceptado por ellos pues eran ellos quienes inicialmente eran amigos inseparables y yo solo un extraño a pesar de conocernos, al menos de vista, desde hace tanto tiempo. Pensé que cubrir la primera salida que tuviéramos seria lo justo y adecuado. También pensé en hacer que tuvieran una mejor relación con los otros chicos de la promoción en las siguientes reuniones anuales en caso tuvieran algún interés.

Nos dimos cuenta que era sábado y que ninguno de los dos tenía que ir a trabajar. Joaquín que salir a caminar al parque por un poco de aire fresco. Yo quería ver cómo le iba en el día luego de lo ocurrido en la noche. Pasamos por una librería. Vi la portada de una historieta y me di cuenta que el personaje de la portada era exactamente igual a Joaquín. No solo eso, sino que además reconocí mi propia expresión y gestos en la mirada de aquel personaje. Ahora una imagen nos unía. Joaquín no se dio cuenta de nada. Yo regresaría en la tarde para comprar la historieta.

john_constantine