25/1/11

Y aunque sabes no existen deudas de amor. Gracias por haber transformado lo que era yo. Es junto a ti me sentía siempre feliz. Nada de eso importa ahora que solo pienso en ti. Los demás al diablo ahora estoy solo sin nadie aquí junto a mí. Éramos amigos desde hace un buen tiempo. Corríamos en contra del viento. No sé qué paso para dejaras de estar ahí para mí. Yo pienso en ti, en tu mirada y en tu presencia. Simplemente olvidaste decirme adiós.

22/1/11

la historia de una camisa

Recibí una camisa de manga larga muy bonita en uno de los primeros cumpleaños que recuerdo. Me quedaba bastante grande, era de marca, una de esas que no se suelen recibir así nomas. En ese tiempo yo hubiera preferido recibir algún juguete o algo de dinero para comprar golosinas pero recibí una camisa azul grande de manga larga que algún día me quedaría bien y usaría muy contento.

En fin recibí la camisa y le di las gracias a mi tía que no solía estar en lima. Ella vivía en España y venia cada cierto tiempo. Ahora viene cada año en enero para quejarse lo largo que esta mi cabello. Pero la historia de la camisa fue otra. Yo no crecía o al menos no como mis amigos. De hecho fui bastante pequeño casi toda mi infancia.

Mi mama hiso hasta lo imposible para que yo creciera. Empezamos con las clases de básquet y gimnasia. Luego pasamos a las inyecciones de una hormona para que pudiera crecer y dejara de ser el más pequeño de mi salón de clases en el colegio.

La camisa seguía guardada en el ropero. La guardaba para alguna ocasión especial que nunca llegaba. Para la primera comunión fui con una camisa blanca y después me olvide por completo que tenía aquella camisa azul muy bonita.

Ya en secundaria cuando empecé a ir a fiestas de quince años intente usar esa camisa pues a mí me gustaba ir siempre distinto. Incluso les pedía corbatas a mi abuelo y a mis tíos. Era el único del grupo que usaba gemelos y pisa corbatas.

Aquella camisa azul me dio lastima en algún momento y decidí dársela a mi hermano menor al que solo le llevaba un par de años. Había solo un problema. El ya estaba de mi tamaño y no había forma de que aquella camisa, ahora guardada por casi diez años, le quedara. No quise deshacerme de la camisa así que la tuve un tiempo más en el cajón de ropa vieja a pesar de que nadie la hubiera usado.

Cuando ingrese a la universidad todos mi familiares me felicitaron y hubo una gran cena. Como nunca vino mi tía desde España en noviembre para darnos la sorpresa a todos. Pregunto por qué no tenía ninguna foto con la camisa que me había regalado y le explique que cuando quería usarla no me quedaba y que después ya no me quedaba. Una lástima, pero eso fue lo que había pasado en realidad.

En las clases de ciencia política conocí a una chica muy risueña y simpática. Tomábamos café en el receso y esperábamos a que todos sacaran las copias del curso para ir por ellas. No paso mucho tiempo para que nos volviéramos muy buenos amigos. No solo hablábamos de las clases y anécdotas del colegio. Teníamos gustos en común. El teatro, el cine, los parques, el café, las caminatas. En fin ella me también me pregunto por qué llevaba el cabello tan largo. Le dije que nunca lo había usado corto por que en el colegio nos dejaban llevarlo así si llevábamos una nota de nuestros padres.

La primera vez que fui a su casa su madre me invito un vaso con agua helada. También dijo que sentía una envidia sana por mis rulos. En fin ya me iba ya solo había pasado para dejarla y ver que llegara bien cuando salió su hermano menor. Era un pequeño muy buena onda. El quería que me quedara a jugar un rato nintendo con el pero ya tenía que irme.

Cuando llegue a casa pensé en lo ocurrido. Seguiría viendo a mi amiga en clases pero no sabía si volvería a ver a su hermano menor. Bueno, se me dio por ordenar mi cuarto y los cajones y para mi sorpresa encontré aquella camisa muy bien conservada. Pensé en dársela. Ojala le gustara.

La semana siguiente al salir de clases le dije a mi amiga si podíamos pasar por su casa. Ella dijo que no había problema. Al llegar salude a su mamá y llame a su hermano menor. No le di muchas vueltas al asunto le dije que la camisa era mía pero que nunca la había usado. Al parecer le gusto de inmediato por que se la puso frente a nosotros y le quedo bastante bien aunque un poco, solo un poco, grande. Algo holgada quizás. Por fin supe que hacer con aquella camisa que había recibido. Me sentí bastante bien de no haberla botado o regalado a un desconocido. Salí, fui por un café y en el camino fume un cigarrillo.

15/1/11

No me busques esta noche

Ninguna de ellas responde mis llamadas. Nunca están en casa y cuando dejo el recado de que devuelvan la llamada al llegar nunca lo hacen. Tal vez se hayan mudado y yo no esté enterado. Tal vez me estén evitando y aun no me resigno a aceptarlo. Las extraño a todas y cada una de ellas. No sé por qué dejaron de hablarme ni tampoco por que quisieron dejar de escucharme. Extraño su presencia, extraño ser lo que solía ser cuando estaba junto a ellas.

Nada es lo mismo sin ella. Nada me inspira para escribir ni continuar viviendo. Vivir y escribir es casi lo mismo para mí y ahora no puedo hacer ninguna de las dos cosas. El tiempo no fluye solo pende.

Desearía que esto solo fuera una broma de mal gusto, que los relojes se derritieran y encontrar los cuadernos en los que escribía cuando era niño. Nada esto es cierto. Esto no es una broma, es mi triste realidad. Los relojes siguen avanzando y recordándome que mi fin esta cerca. Aquellos cuadernos nunca regresaran a mí como ellas tampoco lo harán.

No entiendo por qué decidieron alejarse de forma tan abrupta de mi vida. Ellas no solo formaban parte de ella. Eran todo y mucho mas y ahora no están junto a mí para soportar mis rabietas y neurosis ni compartir momentos agradables amenos.

Nunca debí invadir el jardín de mi abuela y profanarlo al hurtar orquídeas para regalarlas como muestra de aprecio y admiración. Las orquídeas estaban muy bien cuidadas y eran realmente bonitas pero no tanto como ellas. Tal vez confundí la amistad que ellas me prodigaban con sentimientos inexplicables que solo yo podía entender. Tal vez las asuste y por eso se alejaron y huyeron de mi vida. No lo sé. No sé qué fue lo que paso. Solo sé que ahora estoy solo sin nadie con quien hablar salvo las voces que retumban en mi cabeza cuando dejo de estar pendiente de existencia.

Nunca antes había tenido que enfrentar mi soledad. Intente batallar con mi demonios internos pero en la brega nos hicimos muy amigos y ahora me acompañan. Yo y el laberinto de mi mente. Un ardid del destino quizás para probarme algo a mí mismo. Tal vez ellas nunca existieron y el tiempo que pase con ellas fue simplemente una ilusión.

Pero no, me rehúso a aceptar eso. Lo que yo viví fue real por que me da la gana de que así sea y no me importa nada más. Aun las extraño y las seguiré extrañando hasta que regresen a mi vida y pueda volver a escribir sandeces eventualmente sin darle muchas vueltas al asunto.

7/1/11

Dupla

Joaquín y Julián eran dupla perfecta en sus años de adolescencia o al menos en el tiempo que pase con ellos cuando los tres estábamos en el colegio. A la salida de clases los veía caminar por el parque central ya con la camisa fuera del pantalón hablando sobre lo que habían hecho en el día y planeando su fin de semana. Siempre estaban juntos incluso cuando el timbre del colegio anunciaba el fin de clases.

Ellos eran vecinos, no vivían tan lejos del colegio pero de todos modos los recogía la misma movilidad que nos había llevado desde la primaria. En los recreos hablaban sobre las chicas de la siguiente promoción con las que salían en los fines de semana. Su promoción era la última de varones y parecía que solo necesitaban de ellos dos para sentirse bien. Nunca los vi con otros chicos de su promoción en los recreos. Eran ellos dos en un pasillo, bajo las escaleras, en el patio o en la cafetería. A Julián le gustaban los trucos de magia y Joaquín siempre tenía un libro distinto cada semana.

Con un poco de vergüenza me acerque a ellos cuando regresamos a clases luego de las vacaciones de julio. Les dije que era el quinceañero de una de mis amigas, que ambos estaban invitados y que además podían llevar a más amigos de su salón. Ellos se vieron sorprendidos pero aceptaron ir. Se miraron un rato, Joaquín saco un paquete de galletas de su bolsillo, Julián me regalo una carta. Era el as de espadas.

Pasaron unos días. Nos veíamos los tres muy temprano en la movilidad. Al menos ahora me saludaban antes de que Julián empezara a barajar cartas sin parar y que Joaquín terminara de despertarse.

Recuerdo que era viernes. No me dejaban salir hasta muy tarde. Julián y Joaquín querían salir a caminar y me dijeron si quería acompañarlos. Acepte y fui con ellos primero al parque y después al malecón para ver el mar un rato hasta que se hiciera de noche. Tomamos un taxi y me dejaron en casa. Ellos pasaron y me pidieron un café. Joaquín empezó a ver las fotos que había en las paredes y los distintos adornos que tenía en casa. Julián pregunto si podía hacer una llamada para que los recogieran. Mamá aun no llegaba así que los tres hicimos algo de café y comimos galletas de avena. Joaquín no hablaba mucho, se distraía fácilmente con los detalles más insignificantes como los diseños del mantel o el orden de las cosas en la cocina.

Antes de que los recogieran pudimos jugar un rato ocho locos. Yo la pase genial. Me gustaba que ambos estuvieran en mi casa. Cuando los vinieron a recoger me preguntaron si tenían que llevar un regalo para la fiesta de mañana. Joaquín insistía en que debían de llevar algo por que la fiesta era de una chica que no era del colegio. Quedamos en que yo iba conseguir un regalo y que ellos debían pasar por mí a las nueve de la noche para volver conversar un rato antes de que mi papá nos llevara a la fiesta.

El día de la fiesta llego. Julián y Joaquín llegaron puntuales y yo aun no terminaba de arreglarme y cambiarme. Mamá les ofreció un café mientras ellos esperaban a que yo bajara. No podía creer que iba a ir a una fiesta con ellos. Hace tan solo unas semanas no les hablaba a pesar de ir todos los días juntos al colegio. Ellos siempre salían. Yo era quien necesitaba el permiso y alguien con quien ir. Un taxi nos recogería cuando la fiesta acabara y nos dejaría en nuestras casas.

Llegamos al local. Era en un salón bastante amplio de un hotel cinco estrellas. La fiesta era a todo dar. Joaquín empezó a comentar los vestidos de las chicas y las corbatas de los chicos. Julián escogió una mesa cerca al bar para que nos sentáramos hasta que bajara la dueña de la fiesta. Era raro verlos tan arreglados, peinado y perfumados. Joaquín hasta se había echado gel para peinarse el cabello hacia un lado. En el colegio dejaban que los chicos llevaran el cabello algo crecido siempre y cuando lo tuvieran peinado pero eso nunca le importo a Joaquín.

Cuando la fiesta empezó Julián llamo a un mozo y pidió un par de tragos. A mí no me gustaba beber pero ellos dos como, a la mayoría de chicos de su edad, parecía hacerles falta algo de alcohol en el sistema para vencer el miedo y empezar a bailar.

Les dije que no bebieran mucho por que teníamos que regresar juntos. Joaquín se veía algo aburrido ya que no quería bailar con nadie solo se la pasaba hablando con las chicas que se acercaban a él a preguntarle sobre Julián. El les decía que Julián estaría dispuesto a bailar con todas y cada una de ellas si esperaban el momento adecuado. Me acerque a Joaquín y le pregunte si quería bailar conmigo. Lo pensó un poco antes de aceptar y confesar que era algo tímido. Julián bailaba mucho mejor que Joaquín pero eso no importaba. Yo quería bailar con Joaquín, el chico tímido de los libros en el recreo.