9/12/10

Realmente lo siento.

Realmente lo siento. No sabes cómo me apena la sola de saber que debo matarte. Lo trágico es que nunca deje de quererte pero ahora debo eliminarte. Sabes demasiado y eso me preocupa. No puedo permitir que sigas con vida en este mundo. Si pudiera enviarte a otra dimensión para dejar de preocuparme lo haría pero se me hace más fácil eliminarte. Aun no sé como lo hare pero eso es solo un inconveniente menor. Ya encontrare la forma más indicada y piadosa de eliminarte.

En un inicio solo fuimos amigos. Es más dejamos de ser simples desconocidos la primera vez que nos vimos en una clase de lógica para llevarnos muy bien y decidir juntar nuestros ratos libres, anhelos y proyectos. Tú querías ser abogada más que nada en el mundo y yo no sabía qué hacer con mi vida pues solo tenía diecisiete años. Supiste comprender mis neurosis y manías como ir a beber café todos los días a la misma hora o escribir siempre en las últimas páginas de mis cuadernos cuando debía prestar atención a clases.

Nos gustaba caminar por el corredor central de la universidad. A veces nos cogíamos las manos para molestar a nuestros amigos haciéndoles creer que entre los dos pasaba algo. Pero entre nosotros solo había una gran amistad que el tiempo y mis debilidades trastoco.

Finalmente llegaste a la facultad de derecho y siempre estabas ocupada. Yo me cambie de universidad para poder estudiar lo que realmente quería y tener un poco más de tiempo libre para escribir. Eso no impidió que nos siguiéramos viendo pero no era como antes cuando éramos jóvenes y la vida era solo una broma de la cual nos reíamos.

Fuiste a uno de mis conciertos en el cual yo tocaba la batería. Era un tributo a mi banda favorita. Te regale las baquetas que use ese día y nos sentamos para conversar un rato. Me dijiste que te había encantado el espectáculo y sobre todo como me veía al sentir el frenesí de la percusión. Ese concierto fue especial por que fuiste tú. Nunca más volví a tocar con la misma energía. Nunca más te volví a ver entre la multitud del público.

Cuando te conté que salía con una chica algunos años menor que yo te alegraste mucho. Tal vez por que al fin se despejaron las dudas sobre si en algún momento hubiera pasado algo entre nosotros. Yo siempre estuve seguro de que tu solo serias mi amiga y serias esa luz en el caos de mi vida. Aun éramos amigos pero cada vez nos frecuentábamos menos. Ya estabas practicando en un estudio de abogados y yo tenía que realizar trabajos de investigación para mis clases de filosofía y dar clases en la universidad para costearme los gastos de fin de semana. Es curioso pero ser jefe de práctica de una clase de lógica me hacía pensar en ti cada vez que entraba al salón y veía chicos y chicas, aun adolescentes, con dudas y esperanzas de aprobar el curso. Me recordaba mucho la situación en la que te conocí. Tú llevaste lógica casi de casualidad solo por que el horario era bueno y podíamos almorzar juntos los lunes después de clase.

Pero ahora que han pasado casi diez años desde la última vez que hablamos no puedo permitir que sigas con vida. El Joaquín que conociste murió y ahora soy una persona distinta que no quiere recordar su pasado y tú eres parte de él. Nadie conoce mi rutina tan bien como tú a pesar del tiempo pues no la he cambiado en lo mas mínimo. Frecuento a pocas personas por el trabajo en la revista para la que escribo y las clases que doy en la universidad. No soy alguien al que le guste hablar con los demás, es mas trato de evitar todo tipo de contacto social salvo que sea con fines profesionales.

Es por eso que ahora después de habernos visto de casualidad en un café debo eliminarte. Aun no resuelvo como lo hare pero eso, insisto, no es un problema. Has arremetido con una de mis manías, la de ir a beber café siempre a la misma hora. Fuiste prudente en no hablarme. Tal vez no sabías que decir o no recordabas que éramos amigos de adolescentes. Lo cierto es que me reconociste y sabias muy bien quién era.

Espero que sigas viviendo en la misma casa. Iré en la madrugada y beberé café hasta el amanecer esperando a que salgas. No me importa si al día siguiente me duele la espalda. Al menos tendré la tranquilidad de que ya no existes y que no serás ya un problema en mi nueva vida. Aun duermo con una pistola bajo la almohada y eso también lo sabes. Esta noche iré a eliminar lo que queda de mi pasado. Si llega el amanecer será el último de tus días y lamentare no haberme despedido apropiadamente.

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