13/12/10

No quería salir de la cama.

No quería salir de la cama. Eran ya las diez de la mañana y yo seguía en cama. Me quede viendo el techo un rato. Una araña daba vueltas por el foco. No me gustan los insectos. Me levante solo para echarle algo de ese aerosol que mata insectos. Siempre tenia una lata de insecticida bajo la cama. Luego el olor de mi habitación se hiso insoportables y se me ocurrió ir a la sala para ver los noticieros. Tampoco me gusta ver noticias pero estaba bastante aburrido como para ponerme quisquilloso con lo que iba a ver. No soporte más de diez minutos y me puse a ver caricaturas en un canal para niños.

Tanque rascaba la puerta de la cocina. Asumí que no le habían dado de comer y que tenía hambre. Ambos comimos las sobras de comida china del día anterior. No había nadie más en casa. Se habían ido todos. Mi tía dejó una nota en el refrigerador: “báñate y no llegues tan tarde”. La llame a su celular. Contestó a la tercera timbrada, estaba con mi tío lejos de la ciudad. Habían ido a la casa de playa de uno de los amigos de oficina de mi tío.

Ellos llegaban al día siguiente así que tenía permiso para salir en la noche con los amigos de la universidad a cualquier bar. No tendría problemas en llegar un poco más tarde. Eso sí, trataría de no beber tanto para poder abrir sin problemas las puertas del edificio y del departamento.

Tanque seguía algo inquieto después de comer. No le hice caso, preferí ir a bañarme. Me cambie y me puse una casaca de gamuza que había recogido de la lavandería hace unos días. Estaba garuando y hacia bastante frio afuera. En casa nunca había café por que a mi tía le daba pereza pasar el café por la cafetera. Se me ocurrió salir a caminar por el parque central. De camino pasaría por el mismo café de siempre y esperaría a que me pusieran en mi mesa el americano que siempre pedía. Ninguna de las chicas que trabajan ahí me traía la carta por que ya sabían lo que iba a pedir. A veces me quedaba conversando con Daniela, la cajera, sobre cómo le había ido en el día mientras pagaba la cuenta.

Até la correa de tanque a mi silla para que no se escapara. De todos modos estaba bien entrenado y no se alejaría de mí pero quería estar seguro de no tener problemas. Aun no era medio día pero el día seguía nublado y aun caían pequeñas gotas que solo lograban incomodar. Una señora de unos cuarenta años se acerco a mi mesa y pregunto si se podía sentar conmigo. Me di cuenta que el café estaba lleno así que le dije que no tenía ningún problema.

Acaricio a tanque y me dijo que sabía que yo venía casi todos los días. Ella se sentaba en unos de los sofás del interior del café por que así podía leer sin problemas dejando su cartera en una mesita que había cerca. Yo termine el café y estaba por irme. Quería dar unas vueltas al parque con tanque a pesar del frio. Ella me miro fijamente y con una sonrisa me invito a permanecer sentado. Miré a tanque. El seguía tranquilo mordiendo la pelota de tenis que trajimos del departamento.

Valeria era el nombre de mi acompañante. Me dio una tarjeta de presentación para evitar lo incomodo de cierto tipo de preguntas. Trabajaba como psicóloga en un colegio cercano. Luego saco la billetera de la cartera para mostrarme unas fotos. Eran sus hijas que aun seguían en el colegio. Vendrían a recogerla para salir a ver unas tiendas. Cuando llegaron tanque movió la cola. Ella pago la cuenta y el café me salió gratis. Una de sus hijas quería estudiar literatura y la otra dedicarse al teatro. Caminamos un rato y luego fuimos por el malecón. Me dio algo de hambre y me despedí de ellas. El próximo sábado repetiríamos el paseo. También traería a tanque por que se veía muy contento jugando con las chicas.

Llegue al departamento. Deje las llaves sobre la mesa. Mi habitación aun olía a insecticida. Pedí una pizza por teléfono. Tanque solo comía una vez al día pero le di más agua y algo de comida para perros para que no molestara. En la noche llamaría a Ernesto para ver qué haríamos.

Dormí la siesta después de comer. Ernesto estaba en la clínica cuidando a su hermana. Fui a recogerlo. No se veía muy preocupado. Acababan de operarle la vesícula a su hermana. Ahora sus padres se quedarían con su ella. Le conté sobre lo ocurrido en la mañana, nos reímos un rato y dijo “yo también quiero que me paguen el café”.

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