20/12/10

Por favor, no molestar.

Tengo el cuerpo lleno de tatuajes. Cada uno por un trabajo que hice. Soy un asesino en serie que mata por lucro y a veces por diversión. Dependiendo de mi estado de ánimo a veces decido trabajar para mí mismo. Realmente soy bueno en lo que hago. Un asesino de ilusiones es lo que soy. Un ángel de la muerte que ofrece una sonrisa antes de llevarte al infierno.

Aun tengo pesadillas en las noches. Por eso voy de vez en cuando a confesarme a una iglesia cercana. Voy a misa los domingos. Bebo café en las noches. Trabajo en las madrugas frías y eternas. Prefiero ir en bicicleta que en auto. Nunca me he llevado bien con los taxistas.

No puedo decir que tengo un trabajo normal. No, si lo único que hago es dejar papeles con lo que escribo los lunes y jueves en una revista que me paga lo suficiente como para no tener que usar el transporte público de la ciudad. Soy un escritor por vocación y mi oficio es el de ser asesino.

Uso camisa y corbata para ocultar mi cuerpo marcado por tantos tatuajes. Ni yo mismo entiendo por que tengo tantos. Extraño mi piel sin pigmentos ajenos pero cuando empecé a tatuarme dragones y unicornios no termine hasta tener una historia mitológica completa en el cuerpo, laberintos y magos incluidos.

Esta noche después de dejar mis escritos en la revista tendré que trabajar aun más. Me cambiare de corbata y me pondré los guantes de cuero para no dejar huellas en el lugar. A mi jefe no le han gustado mis últimas columnas y he decidido eliminarlo. Será simple. Conozco sus rutinas y excentricidades, rabietas y neurosis.

Primero saldré por un café. Luego iré a beber café muy tranquilo como si nada fuera a pasar en la ciudad. De hecho nadie notara la ausencia de mi víctima, nadie lo extrañara. El no tiene familia conocida y si la tiene le estaré haciendo un gran favor. El no tiene una de esas molestas calcomanías en la parte posterior de su auto mostrando a los miembros de su posible familia. Usa un denario. Tal vez me lo quede y lo lance al mar.

En realidad no odio a mi jefe. Pero a él no le gustan mis columnas y eso me molesta, me frustra. En algún momento quiso hablarme para tratar el tema de mi modo de escribir. Quería que dejara de hablar tanto de mi vida en las columnas que presentaba y que las dos que presentaba en la semana trataran temas profundos e interesantes como la de los jueves. En realidad solo me esforzaba en escribir la de los jueves. La de los lunes la escribía los domingos en la madrugada y la enviaba por correo. Ya la habían cambiado de fecha y salía los martes. Yo seguía insistiendo en presentarla los lunes y por eso solo me quedaba hablar de mi vida a modo de catarsis.

Mi jefe tiene varios kilos de sobrepeso. Es gordo y mofletudo y tiene los dedos de las manos como barras de mantequilla. No soporto su bigote tupido y lleno de sobras de comida. Es un marrano vil y algo hijo de puta que siempre molesta a las recepcionistas de la revista al intentar coquetear con ellas. Es un ser despreciable que merece ser eliminado y eso exactamente lo que haré.

Ha llegado tu última noche marrano. Después de terminar mi café camine unas horas hasta un restaurante de comida al que el siempre iba a comer hamburguesas antes de ir casa. Lo espere a la salida. Jale el gatillo y el silenciador hiso muy bien su trabajo. Nadie se percató de lo ocurrido. Murió, se desvaneció, dormiré tranquilo sin tener que preocuparme por mi columna y el domingo iré a mire a misa.

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