5/12/10

Inicio de vacaciones.

Esta mañana desperté sin muchas ganas de hacer algo con mi vida. Lo primero que suelo hacer es bañarme pero esta vez no lo hice. Quería estar en pijama un rato. Prendí el televisor para ver los noticieros de la mañana. Unos cuantos muertos, asaltos, secuestros y corrupción en el gobierno. Nada fuera de lo común. La ciudad tenía su encanto pero era algo peligrosa. Al menos yo creía eso. Nunca me habían robado, nunca fui secuestrado. Solo he sido casi atropellado un par de veces pero fue debido a mi temeridad e imprudencia. Me gusta cruzar las pistas sin prestar demasiada atención para probar suerte. No pretendo morir, solo ver que tan buena o mala suerte tengo.

Aun no he escrito mi columna para la revista en la cual trabajo. Posiblemente en la noche beba unas cuantas cervezas y se me ocurrirá algo interesante. Quiero llamar a Anapatricia pero sé que aun está dormida por que ayer se fue a una fiesta y no quiso que fuera con ella. Fue con sus amigas de colegio. Un grupo de chicas en busca de diversión. Yo no iba a encajar. La debe haber pasado bien. Tal vez la visite en la noche.

Me siento mal por no haber salido este fin de semana. Tal vez por que ahora este de vacaciones y tengo mucho tiempo libre. En realidad ayer no quise salir. Me jodió un poco que Anapatricia me excluyera sus planes. Eso no impidió que fuera por un café. Que observara las personas desconocidas que venían al café y se iban después de un rato mientras yo pedía un café tras otro. Me empezó a doler la cabeza y supe que era momento de regresar a casa. Estaba cansado.

Me pase un rato pensando en lo que debería estar haciendo. Yo afuera en el algún bar celebrando el fin de ciclo o que ahora tendría más tiempo para escribir algo decente para la revista mientras Anapatricia se estaba divirtiendo con sus amigas de colegio conociendo a chicos de otra universidad.

Por suerte Anapatricia no bebe tanto. Si no hubiera insistido en ir con ella pero dijo que era una salida de chicas. Ella fue una de las personas más contentas cuando le dije que no quería beber más o al menos de forma moderada sin llegar a excesos. Una cerveza cada fin de semana estaba bien si decidía beber. Pero ya me había acostumbrado a pedir una coca cola cuando iba al mismo bar de siempre.

Sus amigas me caían bastante bien. Verónica era bastante agraciada y simpática. Le gustaba hablar sobre las muestras de arte a las que iba y sobre lo que tenía planeado pintar en vacaciones. Ella estudiaba pintura en la misma universidad de nombre pomposo y amplios jardines a la que iba Anapatricia.

Seguía sin tener nada planeado en el día. Mi tía estaba en casa de mamá Zenaida, mi abuela. Debía ir listo y cambiado para la hora de almuerzo. Me dijo que el pastillero estaba sobre su mesa de noche y que previamente había contado las pastillas para que solo consumiera las que debía tomar y no más.

Me bañe y le di de comer a tanque. Estaba por llamar a Anapatricia pero decidí esperar hasta la noche. Fume unos cigarrillos en la ventana y arrojé las colillas a la calle. La calle era un gran cenicero por el cual los transeúntes decidían pasar arriesgándose a ser calcinados algún día.

Yo siempre tuve miedo a que me cayera una colilla sin apagar cuando estaba cerca a un edificio. Por suerte nunca me queme. Solo tengo una cicatriz de quemadura por la vez que manipule la tetera de mi abuela y debido a mi torpeza termine botando el agua en el caño. Tuvimos que tomar limonada en el lonche aquella vez. Aun no escribo mi columna para la revista y me queda menos tiempo que antes.

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