9/5/11

La esquina

 

No tenía planeado quedarme más de una semana en las calles que me vieron mi paso de la niñez a la adolescencia pero las circunstancias me obligaron a tener que esperar algunos días más para recoger algunos papeles para poder tener todos mis documentos en orden. La doble nacionalidad era lo mejor que me había pasado. No me sentía ya un apátrida pues sentía que mi identidad estaba forjada sobre la base de lo cosmopolita que significa tener un lugar de origen, un lugar de residencia y un destino sin confirmar.

No me quedaba más dinero para seguir pagando el hotel en el que me había alojado ya unos días. Solo vine a saludar a mi abuela porque hace mucho que no la veía y quise darle una sorpresa por su cumpleaños. Tampoco quería molestarla quedándome con ella pues requería varios cuidados y atención. Tampoco quería estar con mis padres. Vendieron la casa en la que habíamos vivido toda la vida y ahora vivían en un departamento cerca a la casa de la abuela. Conseguir mi libertad había significado un gran esfuerzo y ya había perdido la costumbre de estar con ellos. Insistieron en que me quedara con ellos pero al final decidí buscar a un amigo.

No fue tan difícil lograr ubicar a alguien dispuesto a dejarme pasar unos días en su casa. Varias de mis amigas se habían casado a diferencia de mis amigos que seguían con los mismos hábitos de cuando teníamos veinte años. Ernesto aun vivía con sus padres, seguía coleccionando figuras de acción de star wars y no tenía planes de tener una relación formal por el momento. Al menos eso fue lo que concluí luego de llamarlo y hablar un rato. Nos pusimos al día respecto a nuestras vidas. Yo me había dedicado a la investigación, a la docencia pero lo que más llamaba mi atención era participar como ponente en distintas conferencias sobre violencia. Nunca me faltaba trabajo y ya me había acostumbrado a pasar la mayor parte de mi tiempo en un avión.

Ernesto trabajaba en un estudio desde la universidad. Solíamos beber hasta cantar el himno del colegio por las calles turnándonos para ver quien llevaba a su casa al otro. No estudiamos en el mismo colegio pero ambos eran de la misma congregación. Cuando nos conocimos en la universidad nos dimos cuenta que ambos leíamos a Borges y Cortázar. Luego empezamos a hablar de política. Nos separamos cuando pasamos a los estudios de especialidad. El en derecho y yo en filosofía. Nunca dejamos de vernos en nuestros cumpleaños.

Ahora nos veríamos después de algún tiempo y pasaríamos algunos días juntos. Cuando llegue a su casa sus padres aun me recordaban. Nunca comprendieron porque me gustaba llevar el cabello largo. Al menos ahora lo llevaba amarrado en una cola. Me dijeron que podía dormir en el sofá-cama de la sala y que podía coger lo que quisiera de la refrigeradora. De todos modos compre algunos comestibles para los días que pensaba quedarme.

Intentamos ubicar a los demás chicos del grupo de la universidad. Tuvimos la suerte de poder reunirnos un viernes. Lo mejor fue que ese mismo día salieron mis papeles y yo podría regresar a mi rutina. Ernesto empezó a hablar de consideraciones económicas respecto al marco legal de la familia en el país. Yo me interese por la conversación y empecé a disertar sobre la manifestación de la violencia y sus consecuencias en distintos estratos de la sociedad. Al final dejamos los temas complicados, nos reímos y empezamos a recordar las veces que nos habíamos desbandado en la universidad cuando aun se podía fumar en la rotonda de la universidad.

Lo último que quise hacer antes de partir fue visitar mi casa. No conocía a las personas que vivían ahí ahora. Pero el barrio seguía siendo casi el mismo. Ernesto no vivía tan lejos y le dije que me acompañara. Aliste mis maletas me despedí de sus padres. Luego pase por una bodega y compre algunas latas de cerveza y una cajetilla de cigarrillos. Llame a mis padres y les dije que podrían despedirme en el aeropuerto en unas cuantas horas.

Al llegar a la que había sido mi casa le mostré a Ernesto la vieja esquina en la que solía quedarme pensando cuando era niño que iba a ser de grande. Paso el tiempo y fue ahí donde planeaba y organizaba mis ideas y planes para las fiestas; primero las del colegio y luego, con algo más de práctica, las de la universidad.

La vieja esquina ahora se mostraba triste y solitaria. No acogía ya a nadie para disfrutar de la soledad. Empezó a llover, no nos molestamos en cubrirnos. Abrimos cada uno una lata de cerveza y con algo de dificultad prendimos los cigarrillos. Ahora la vieja esquina era el lugar en el cual disfrutaba algo más que el recuerdo de mis ratos de solipsismo y soledad. Era el lugar en el cual la pasaba bien con mi mejor amigo.

No hay comentarios: