7/4/11

Sorpresa

No recuerdo exactamente en qué momento dejamos de ser amigos para que nuestra relación se volviera únicamente una de profesional-paciente. Tú empezaste siendo la amiga de una amiga y yo el chico raro que no podía dejar de hablar de metafísica en las reuniones a las que íbamos. Llevar una conversación conmigo no es fácil. Llevarse bien conmigo es complicado. Pero a fin de cuentas logramos llevarnos bien y salir un par de veces juntos.

Primero fue un café, luego al teatro y después al cumpleaños de mi hermano. Todos pensaban que entre tú y yo tendría que haber algo que una amistad muy cercana. Yo tenía algunos problemas menos en la revista para la que trabajaba escribiendo crónicas. Tenía que ver al cardiólogo de vez en cuando por problemas con la presión.

En una, de tantas, visitas a la clínica a la que voy desde que tengo uso de razón se me ocurrió pedir una cita en psicología. Me preguntaron si tenía alguna preferencia en especial. Me podía atender un psicólogo mayor con varios años de experiencia en la clínica o una chica que acaban de contratar. Quise darle una oportunidad a aquella psicóloga con poca experiencia. De todos modos mis problemas no eran tan graves y tenía miedo de que me derivaran a psiquiatría. Yo no estoy loco o al menos es lo que pienso.

Mi sorpresa fue grande cuando al entrar a la consulta te vi detrás del escritorio. Sabía que habías estudiado psicología pero no que te habías especializado en psicología clínica. Ahora tenías que tratar distintos problemas, todos ajenos y tratar de no volverte loca en el camino.

-¡Julián! ¿Qué te trae por aquí?- pregunto ella.
-No estoy muy seguro. Era solo algo de curiosidad. La revista me tiene muy agobiado.- respondí.

Luego paso hacerme unas cuantas preguntas. Después le tuve que contar que había tenido problemas para dejar el alcohol y que ahora estaba tratando de dejar el café. Las diez tazas que tomaba en el día ya empezaban a causar estragos en mi salud y no quería estar medicado por nada del mundo.

Una señora mayor irrumpió en el consultorio y dijo, algo enojada, que no podía esperar más. Luego del impase nos reímos un poco. Los consejos finales fueron que me relajara y que no me preocupara en exceso por mis responsabilidades. Después de todo ella sabía que estaba en capacidad de resolver y enfrentar cualquier adversidad con facilidad.

-¿A qué hora terminas?- pregunte.
-Lo siento, pero ahora soy tu psicóloga.- respondió
-¡bah! Vamos por un helado. Te invitaría un café pero lo estoy tratando de dejar.-
-Espera en el pasillo y nos vamos juntos.- yo sabía que lo anterior había sido una broma

Al interior de la clínica no se podía fumar y yo tenía ganas de un cigarrillo. Empecé a jugar con mi encendedor. Me lo había regalado mi hermano menor hace ya bastante tiempo. Una enfermera me dijo que dejara de hacer bulla por que podía molestar a otros pacientes, la mayoría de ellos con un pie en la otra vida por la avanzada edad que tenían. Esta era una clínica de viejos.

Ella salió de atender a la señora mayor. Cargaba algunas historias clínicas en una mano y en la otra tenía un maletín.

Si quería estar con ella debía dejar de su paciente, pero realmente necesitaba su ayuda para poder estar tranquilo. Por suerte hasta ahora nadie me había prohibido fumar. De todos modos casi nadie sabía que fumaba en el trabajo y hacia lo posible por evitar la mala costumbre cerca a familiares y amigos cercanos.

Fuimos a la cafetería de la clínica. Había sido un día largo y ambos estábamos cansados. No pude con mi genio y pedí un café. Ella frunció el ceño y pidió un té verde.

-Es la última del día.- dije
-Prefiero no saber cuántas has tomado en el día.- Creo que estaba de mal humor.
-Vengo a esta clínica desde siempre. Recién ahora me doy cuenta que nadie fuma en los pasillos ni en los jardines. Si estuviera internado iría a la entrada de emergencia a beber café y fumar cigarrillos con los choferes de las ambulancias.
-No has cambiado nada. Sigues siendo el mismo Julián de siempre. Tienes que controlarte o no vas a llegar a los cincuenta. –Ahora parecía preocupada.
-Lo sé, no te preocupes es una broma. Estuve buscando chicles y parches de nicotina pero son muy difíciles de encontrar. Trato de nadar en la piscina del colegio cada vez que tengo tiempo. Los ex alumnos podemos nadar casi gratis. Estoy más tranquilo que antes. Trato de cuidarme.
-No es suficiente. Tienes que dejar el cigarrillo.
-Lo siento, es algo que no puedo prometer.
-Yo tampoco puedo prometer que vayas a mejorar, ojala tengas suerte en la revista y escribiendo como siempre lo has hecho. Eres realmente bueno. Eres un chico muy inteligente que no actúa de forma inteligente.

Me quede en blanco. No supe que mas responder. Ella se levanto y se fue de la cafetería. Pague la cuenta y me di cuenta que ahora no hablaba con mi amiga sino con mi psicóloga.

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