3/4/11

Retrato

Conocí a Joaquín en el colegio. No hablábamos mucho. El se sentaba en la última fila del salón junto a Julián. Al parecer no tenían interés en hablar con nosotros, los otros chicos de la promoción, y nosotros nunca tuvimos problemas con ellos. A veces los veía en las fiestas o reuniones a las que iba con mis amigos.

Una vez que termine el colegio no supe más de ellos. En la última reunión de promoción supe que Julián se había ido a estudiar a España y que Joaquín había dejado la economía para dedicarse a la literatura. Fue la primera vez que converse tanto con el. Bueno, el alcohol tiene esas propiedades y suele ser pretexto para conocer nuevas personas aunque a Joaquín ya lo conocía desde hace casi diez años. Después de unos cuantos tragos, y pequeñas reseñas que el me daba sobre sus autores favoritos me di cuenta que era alguien bastante peculiar. Toda una lástima el no haberlo conocido en el colegio.

Quedamos en tomarnos una cerveza en aquella reunión o al menos era lo que ambos recordábamos. Todos terminamos algo ebrios y buscábamos conversar con chicas de otras promociones. Nuestra promoción fue la última de varones.

Poco a poco empezamos a frecuentarnos más seguido. Después de nuestra primera cerveza me dijo que prefería beber café. Yo no tenía problemas, de todos modos beber café me salía más barato que ir por unos tragos. Siempre me preguntaba si me incomodaba que fumara tanto. No sabía que tanto podía fumar como para hacer siempre la misma pregunta. Le seguía la corriente para no perder el ritmo de las conversaciones, que por cierto eran muy interesantes e ilustrativas, aunque finalmente resultaran siendo soliloquios.

Yo trabajaba en el área legal de un banco conocido. Nunca me gusto la carrera pero al menos ya trabajaba y pensaba en mudarme pronto de la casa de mis padres. Cuando le conté esto a Joaquín me dijo que tenía un cuarto disponible en su casa ya que vivía con su abuela. No quise preguntarle mucho respecto al asunto. Lo que pude notar era que el cuidaba a su abuela junto a una enfermera que venía en las mañanas. A su abuela le gustaba cuidar el jardín, tejer y cantar.

Ante mi desconcierto Joaquín me explico que sus padres no tuvieron mejor idea que mandarlo a vivir con su abuela después de les dijo que no quería seguir estudiando economía. Para el no fue un castigo sino una bendición ya que se llevaba muy bien con su abuela, tenía todos los libros de su abuelo para leer a sus disposición y ahora nadie controlaba su hora de llegada pues había mandado a hacer entradas independientes. La casa era bastante grande y habían ambientes vacios. La cocina era el único espacio en común. Joaquín se las arreglaba para cocinar sin incendiar la casa.

Nunca llegue a conocer la casa por completo. Habían habitaciones que eran usadas como depósito por el resto de su familia y otras que simplemente estaban cerradas.

El precio de la renta era bastante justo. Estaba dentro de mis posibilidades y Joaquín me permitía darme bastantes libertades en su casa. Las únicas reglas eran que no podía fumar frente a su abuela y avisarle antes si iba con gente o si no iba a llegar a dormir pues no tenía pensado darme una copia de las llaves.

La convivencia fue fácil. Aun no conocía por completo a Joaquín, pero no tenia manías extrañas salvo fumar en el jardín después del almuerzo cuando su abuela dormía y leer poesía en voz baja en las madrugadas cuando no podía dormir. A mí no me incomodaba. Por lo general almorzaba saliendo del trabajo pero de todos modos ayudaba con las compras de víveres para la casa.

Fue en una noche de invierno en que la tos de fumador de Joaquín me despertó muy preocupado. Pensaba que se iba a morir y que iba a quedarme sin un lugar donde vivir pues no había logrado conocer por completo a su abuela. Joaquín no dejaba de toser y yo no sabía qué hacer. Se estaba ahogando en seco. El no podía hablar. Sudaba y me hacía señas con sus manos cuando me vio entrar a su habitación.

Entendí que necesitaba su inhalador. Estaba sobre su escritorio, paradójicamente junto a variar cajetillas de cigarrillos vacías. Joaquín inhalo unas tres veces antes de que pudiera volver a respirar con normalidad.

Cuando le pregunte sobre lo ocurrido me dijo que había estado limpiando la biblioteca y moviendo algunos libros para su habitación pues en estos días iban a llegar algunos libros de filosofía de Julián antes de que llegara a lima para visitarlo. Su dedicación a la lectura y cuidado de la casa afectaba su estado de salud. Esto sin mencionar su obsesión y compulsión por el vicio del cigarrillo.

Entendí que Joaquín trataba los libros de Julián con extremo cuidado. Los limpiaba, forraba y luego proseguía a leerlos a pesar de entenderlos con algo de dificultad pues Julián ya estaba por doctorarse en filosofía.

-No quiero que te mueras.- le dije con algo de sueño y preocupación.
-Estoy bien. Esto pasa de vez en cuando. En un par de horas preparo café y panqueques.- respondió.

A la mañana siguiente, luego del desayuno y lavar los trastes empezó a comentar sobre la llegada de Julián a Lima. Ahora también tenía interés en conocer a Julián como había llegado a conocer a Joaquín. De hecho me sentía infeliz con la vida que llevaba mientras que pensaba que ellos se divertían con todo lo que hacían, disfrutaban su existencia y hacían lo que querían sin llegar a excesos.

Yo no podía hacer nada de eso. Trabajaba solo para pagar cuentas. Había dejado de hablar con mis padres desde la mudanza y ahora tenía menos interés por la gente de la universidad y amigos del colegio. Joaquín suplía y abarcaba todas mis expectativas e intereses. Y ahora que Julián estaba en camino no hacía otra cosa que imaginar las conversaciones y salidas que tendríamos. Supuse que primero tendría que ser aceptado por ellos pues eran ellos quienes inicialmente eran amigos inseparables y yo solo un extraño a pesar de conocernos, al menos de vista, desde hace tanto tiempo. Pensé que cubrir la primera salida que tuviéramos seria lo justo y adecuado. También pensé en hacer que tuvieran una mejor relación con los otros chicos de la promoción en las siguientes reuniones anuales en caso tuvieran algún interés.

Nos dimos cuenta que era sábado y que ninguno de los dos tenía que ir a trabajar. Joaquín que salir a caminar al parque por un poco de aire fresco. Yo quería ver cómo le iba en el día luego de lo ocurrido en la noche. Pasamos por una librería. Vi la portada de una historieta y me di cuenta que el personaje de la portada era exactamente igual a Joaquín. No solo eso, sino que además reconocí mi propia expresión y gestos en la mirada de aquel personaje. Ahora una imagen nos unía. Joaquín no se dio cuenta de nada. Yo regresaría en la tarde para comprar la historieta.

john_constantine

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