25/4/11

El viejo está loco


Ninguno de los dos tuvo suerte con las mujeres. Mama se fue de la casa cuando yo tenía doce años y el viejo nunca lo superó. El pasaba casi todo el tiempo en su escritorio leyendo, escribiendo y fumando, botando las cenizas fuera del cenicero. Yo salía muy temprano al colegio y regresaba en la tarde para almorzar. Nos sentábamos en la mesa y él me decía que tenía nuevas historias, que por cierto inventaba, para compartir. Pasó el tiempo y le pedí que me dejara vivir en casa de una de mis tías. Sus hermanas no se habían casado y tenían tiempo libre para cuidarme. No quería ver como el viejo se iba consumiendo con el tiempo.

Después de ingresar a la universidad visitaba al viejo en su cumpleaños y navidad. Nunca le conté que salía con la misma chica desde los últimos días del colegio. Yo pensaba que sus consejos no eran útiles y que no sabía cómo tratar a una dama. Tal vez por eso mamá se harto de él y se fue para no volver nunca más. Hubiera preferido quedarme con ella y no con él.

Detesto el olor de los cigarrillos así estén apagados y también a la gente que fuma pero nunca me atreví a pedirle que se abstuviera de continuar con sus vicios en mi presencia.

Cuando me gradué invite a mis tías a la ceremonia pues habían pagado casi la totalidad de mis estudios de derecho. Ellas lo invitaron por cortesía. Se presentó con un terno horrible y en zapatillas. Bueno, así de loco estaba el viejo.

Con algo de esfuerzo logre colmar las expectativas de los dueños del estudio en el que empecé a practicar cuando no había terminado la carrera. Luego me contrataron y tuve un trabajo estable que me permitiría constituir una familia. Camila era la mujer de mi vida y yo no tenía planeado cometer los mismos errores que el viejo.

Yo le pasaba algo de dinero a fin de mes al viejo para que pudiera comprar cigarrillos y cerveza. El seguía escribiendo en su escritorio. En algún momento tendría que contratar a una enfermera para que lo ayudara. Durante sus buenos años el viejo trabajó en una consultora en el área de recursos humanos. Era psicólogo y su trabajo consistía en ver a quien contratar y a quien despedir. Luego renunció. A veces tenía algo de curiosidad por saber de dónde sacaba el dinero para el diario y sus vicios.

Mis tías me dijeron antes de mi matrimonio que en realidad el viejo había estado pagando mis estudios y otros gastos y que después de renunciar se había dedicado a mandar sus cuentos a editoriales pequeñas. Se ganaba la vida escribiendo y para eso necesitaba estar loco.  Me sentí un poco mal por él.
Ahora el pequeño Andrés tiene dificultades para hacer amigos y yo para cuidarlo. Después del divorcio me dio mucha vergüenza recurrir a mis tías para pedirles ayuda. Solo me quedaba el viejo. Conocer a su nieto tal vez le alegraría el fin de semana. Yo tenía que revisar los papeles de un caso importante que podría pagar las cuentas hasta fin de año.

No creí necesario llamarlo así que fui a su casa. Andrés podría quedarse en mi cuarto porque el viejo me dijo que no había cambiado nada desde que mamá se fue. Aun habían fotos mías de niño en las paredes. Mis tías ayudaban en la limpieza los fines de semana pero se cansaron hace un tiempo y decidieron mandar a una chica para que lo hiciera en lugar de ellas. Al viejo ya no le gustaba conversar como antes.

Ten cuidado Andrés, el viejo esta loco pero es buena persona. Es mi papá y lo quiero a pesar de lo raro que es. –le dije

El me miro desconcertado no entendía porque tenía que quedarse el fin de semana con el viejo. Ya empezaba a dudar si esto era en verdad una buena idea. Toque el timbre y salió el viejo. Lo salude haciendo el mayor de los esfuerzos para soportar su hedor a cerveza y tabaco. No estaba ebrio, solo tenía algo de resaca. Conversamos un rato, Andrés esperaba en el auto. Le pregunte si estaba bien como para cuidar a su nieto. Dijo que la pasarían bien. Trague saliva y le pedí que no bebiera ni fumara frente a él. Cogió su bastón, yo no sabía que necesitara uno, y me golpeo. El viejo tenía una forma muy extraña de mostrar afecto.

Listo, Andrés. Te quedas con el abuelo. Vengo el domingo para desayunar pero si pasa algo no duden en llamarme- me refería a los dos.  

Aun tenía miedo de lo que estaba haciendo y esperaba no arrepentirme a mitad del camino al departamento.
-Abuelo, ¿por qué no te conocí antes?-pregunto Andrés

-No estoy muy seguro. No me gusta hablar mucho con las personas pero tú eres mi nieto y puedo hacer una excepción. Tu papá ya me dijo que no puedo beber ni fumar frente a ti así que me espera un día largo pero creo que podemos pasarla bien. Tengo una colección de fotos antiguas en las que aparece tu abuela y yo cuando éramos jóvenes. Podemos imaginar que estamos en una banda, tu tocando la batería y yo, la guitarra en el garaje hasta que los vecinos nos manden a callar. Tengo varios libros pero a tu edad me daba flojera leer así que haremos construcciones con ellos. Veremos quién de los dos es más creativo. Y lo mejor de todo es que tendremos tiempo para hablar y conocernos. Sabes tengo muchas historias, no me gusta cocinar así que podemos pedir algo por teléfono, tú eliges. Imagina que es tu cumpleaños, no tengo disfraces pero tengo mucha ropa de abuelo y algo te puede gustar. Y no me retes a pelear con mi bastón. Ten por seguro que te ganaré. Toma, coge este y yo iré a buscar otro.-todo esto fue una breve verborrea pronunciada por el viejo que hacía gestos extraños con las manos, con la mirada perdida mientras se acomodaba de vez en cuando los largos mechones de pelo blanco atrás de las orejas.

-¡Abuelo, tú no estás loco!  Eres un niño en un cuerpo de abuelo. ¿Por qué no te divertías así con mi papá? Le tengo que contar lo genial que eres.
- bueno además de genial soy un genio pero sobre todo soy macanudo y cojonudo. ¡El mas cojonudo de todos los viejos!-
-vaya, no entiendo tus palabras pero es cierto, debes ser el más cojonudo de todos los abuelos-
- bueno no repitas mis palabras de abuelo frente a tu papá que después no va querer que me visites mas. tu puedes venir cuando quieras.-El viejo estaba contento y hasta sonreía.
-¿abuelo, cómo te llamas? No se tu nombre-pregunto, una vez más, Andrés con los ojos iluminados.
-Me llamo Andrés como tú.- el viejo se saco los lentes y le dio una palmadita en la espalda a su nieto-tocayo.

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