17/4/11

Estoy harta de ti

Estoy harta de ti, de tus manías, tus neurosis y sobre de tus obsesiones. No quiero ser una de ellas pues últimamente pretendes llevarme al desconcierto por tu estado de salud. Deja ya de escribirme desde la clínica. Si te veo será solo para confirmar que te quedan muchos años de vida y que en algún otro momento podremos compartir algo. Y es que ahora, lo único que quiero compartir contigo es la cuenta del café.

No debí acercarme a ti desde un inicio. Pero te veías tan inofensivo pero sobre todo tímido que no pensé que conversar contigo podría acabar tan mal. Te esperaba a la salida de clases. Eras el jefe de práctica del curso de narrativa en la universidad más conocida de la ciudad. Me costó mucho ingresar pero disfrute desde el inicio las clases y los ambientes. Sentía que tenía mucho por vivir en sus amplios jardines y acostumbrarme a su pomposo nombre, sin dejar de mencionar toda la mitología creada por generaciones desde que se fundó a inicios del siglo pasado.

Al caminar por los pasillos no solo pensaba en los estudios sino también en todos los compañeros y amigos que iba a conocer. No quedé muy satisfecha con la educación que recibí en el colegio de monjas en el cual estudié ni me llevé muy bien con las chicas de la promoción.

Pasó algún tiempo y empecé a sentir cierto descontento en la universidad. Las chicas solo pensaban en ropa y fiestas y los chicos perdían el interés por las humanidades. Era muy raro encontrar gente que fuera a literatura o filosofía, que eran mis opciones a seguir aunque mi carné señalara que era una estudiante de economía.

Tú te quedabas al final de cada clase ordenando papeles y tomando apuntes en un cuaderno. No sé que podías estar apuntando si, al parecer, te sabias todo de memoria. Todo empezó con algunas preguntas sobre qué autores podría leer en mi tiempo libre. Me sugeriste leer a Bukowski y a Carver después de que te dijera que me había gustado mucho leer a Ribeyro. El parecido en las temáticas era asombroso aunque cada autor tenía un estilo diferente.

Estaba harta de los libros pudorosos y novelas rosas, ahora tan populares. Comentabas que nunca te atrajo ni el romanticismo alemán ni el realismo francés. Teníamos solo tres semanas para leer Madame Bovary antes del control de lectura y fue en ese momento cuando me atreví a preguntarte por algunos comentarios que pudieran ayudarme a entenderla.

Si, es cierto. Tus análisis eran complejos pero muy puntuales y pertinentes. Pensé que ya deberías estar aburrido de hablar siempre de lo mismo pero te veías muy interesado en explicar teorías y dar a conocer distintas apreciaciones.

Fue mi culpa. Fui yo quien te invito un café. Aceptaste dudando. Y es que tú no puedes beber café sin tener un cigarrillo en la mano izquierda viendo tu reloj cada cierto tiempo.

Eres incapaz de mantener una conversación que no tenga que ver con lo que has leído. Yo estaba interesada en tu vida. Pero tu obsesión por los libros nubla por completo tu sentido común. Es más, dudo si es que tienes noción de los que es tener sentido común.

En fin se que buscas respuestas en la oscuridad y que huyes de la luz del día. Que duermes en las mañanas porque te gusta leer en las madrugadas. Que juegas con tu encendedor porque no se puede fumar en la universidad. Que te escondes del pasado y del futuro para solo vivir mentiras en el presente. Haz dejado tu vida de lado. Vives en un suspiro. Eres una víctima del momento. Eres una criatura de la noche y me gustas a si como eres.

Tal vez termine la carrera de economía antes de estudiar literatura. Tengo miedo de acabar como tú. 

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