12/8/10

Lunes por la tarde

Es lunes por la tarde y ya entregue mi columna semanal a la redacción de la revista. En realidad es absurdo que la llame columna semanal ya que solo puede salir una vez por semana junto con la revista que es vendida, y leída por muchos, cada miércoles.

Es por eso que puedo descansar hasta jueves cuando nuevamente me pidan que tenga algo en mente y después algo listo para entregar. La verdad es nunca supe que querían que escribiera pero como siempre tenía apuntes de ebrio en una libreta. Me dijeron que podían publicarlos y así fue como empecé.

Esa libreta fue mi boleto al estrellato y mi ebriedad, ese pequeño empujoncito de la buena fortuna que necesitaba. Detestaba el trabajo como diagramador y la verdad es que nunca me imagine como columnista, menos como escritor.

Yo sigo sin saber sobre que escribo exactamente solo sé que entrego mis apuntes los lunes. Luego tengo unos días libres y me la paso en una cafetería viendo a otros que también se hacer pasar por escritores beber café y fumando cigarrillos.

Nunca digo mi nombre al pagar la cuenta. Es mas siempre me hago pasar por un tal “Joaquín” como si este simple acto me brindara seguridad y cierta protección. Estoy seguro de que si alguien quisiera matarme o hacerme daño lo hubiera hecho hace mucho tiempo. Soy, lamento admitirlo, demasiado predecible y rutinario.

Algunas personas del café se quedan mucho tiempo esperando personas que nunca llegaran y otros encuentran a quienes no esperaban. Yo bebo el americano que pido, no fumo y me voy. Nunca me siento en la misma mesa y tampoco dejo propina. A veces las chicas que atienden me distraen un poco. Hablar con gente distinta siempre es interesante y mejor aun cuando es una fémina agraciada. Algún día saldré con una de ella pero no le diré mi nombre.

Por suerte, también, en la redacción de la revista ya muchos olvidaron mi nombre. Si me presento lo hago utilizando un anagrama de mi verdadero. De ser necesario presento el carnet que me identifica pero prefiero creer que estoy presentando solo el número del registro que me identifica, un número más entre muchos otros.

Es cierto, temo decir mi nombre, reconocer mi identidad pero en realidad tengo mucho más miedo de saber quién soy.

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