23/2/11

Febrero siempre me deprime. Me recuerda que ella no me invitara a su cumpleaños y que la pasare sentado en la banca del parque que está cerca al edificio en el que vivo fumando cigarrillos baratos y una coca cola sin gas. Su cumpleaños es el siete de febrero y son siete los días que espero una llamada o una invitación. Ella se casó unos años después de terminar el colegio. Creo que por eso me da algo de vergüenza llamarla. Tengo miedo que conteste su esposo, quien le lleva más de diez años, y crea que soy un loco sin nada mejor que hacer.

De hecho si estuve loco y tal vez lo siga estando. Tuve que pasar una temporada en un sanatorio. Yo la pase bien, hice algunos amigos y le escribía cartas a las estrellas y otros astros para que me esperasen a la salida de mi celda. Tenía mucho tiempo para leer, claro cuando no estaba sedado. Termine estudiando casi obsesionado filosofa del arte por que me gustaban mucho los colores y la estética. Nunca fui bueno para el arte. No quería perder la inocencia inicial de observar y disfrutar lo percibía. Yo hacía reseñas sobre los cuadros que pintaban mis compañeros y compañeras del pabellón veintitrés.

Me daría pena tener que contar nuestra historia en tan poco tiempo. Lo cierto es que hicimos muchas juntos. Recuerdo cada salida como si fuera ayer y que los años no han pasado, que sigo siendo un adolescente de cabello largo y desordenado. Pero el tiempo paso, el viento también y ambos crecimos. Ella era extraña y por eso me comprendía. Cuando Salí del sanatorio fui a visitarla a su casa pero me dijeron que se había mudado. No me quisieron más detalles. Yo tampoco quería saber más.

La luna me acompaña en las noches de soledad como esta. Han pasado unos diez minutos desde que empecé a escribir. Sé que falta una semana para su cumpleaños y que este año tampoco me invitara. Tal vez deba llamar a uno de los amigos que hice en el sanatorio. Ellos sí que sabían divertirse. Trate de enseñarle nociones básicas de ética aristotélica cuando estaba internado pero al poco tiempo me di cuenta que mis esfuerzos eran en vano.

No fue fácil retornar a dictar clases en la universidad. No soportaba a los jóvenes que pasaban por los pasillos y aulas. Le dije que olvidaran sus separatas y que aprenderíamos lógica en un jardín. Al menos ahí podía fumar tranquilo. En alguna oportunidad tuve que pedir prestado un encendedor por que al mío se le había acabado la bencina. Encendí el cigarrillo y continúe con la clase. Nunca pude superar la sensación de encierro. Mis alumnos estaban contentos y yo me divertía más que nunca. La asistencia no era obligatoria. Yo no pasaba lista pero creo que hasta venían chicos de otros horarios para repasar conmigo. Al final me di cuenta que había mejorado como profesor sin haber hecho el mas mínimo esfuerzo.

No aguante más y llame a la casa de sus padres para mandar saludos sabiendo que aun faltaban dos días para su cumpleaños. También sabía que los sorprendería diciéndoles que era profesor en una conocida universidad de amplios jardines y nombre pomposo. Su madre contestó y fue muy amable en la conversación que tuvimos. Ella estaba en casa y pregunto si de todos modos queríamos hablar. No supe que responder. No estaba preparado para esto.

Seguía con la libreta en la mano haciendo algunos apuntes. Ella nunca contestó y yo desperté. Vi mis notas y recordé que era tiempo de salir a dar una vuelta por el parque.

1 comentario:

Piantada dijo...

no se que es mas hermoso.. que lo hayas vivido, o que solo lo hayas imaginado...

tampoco quiero sacar de mi mente la duda si es real o no...


Pero que te hace esperar de ella?...

La ética aristotélica, me lleve dos años filosofía 1, a la dos la pase volando... pero de igual manera sigo pensando en la 1... aunque todo haya cambiado...

Y que de nada me sirva o si... quien sabe, mi camino cada vez es mas incierto y no me siento caer.

BEsitos