22/1/11

la historia de una camisa

Recibí una camisa de manga larga muy bonita en uno de los primeros cumpleaños que recuerdo. Me quedaba bastante grande, era de marca, una de esas que no se suelen recibir así nomas. En ese tiempo yo hubiera preferido recibir algún juguete o algo de dinero para comprar golosinas pero recibí una camisa azul grande de manga larga que algún día me quedaría bien y usaría muy contento.

En fin recibí la camisa y le di las gracias a mi tía que no solía estar en lima. Ella vivía en España y venia cada cierto tiempo. Ahora viene cada año en enero para quejarse lo largo que esta mi cabello. Pero la historia de la camisa fue otra. Yo no crecía o al menos no como mis amigos. De hecho fui bastante pequeño casi toda mi infancia.

Mi mama hiso hasta lo imposible para que yo creciera. Empezamos con las clases de básquet y gimnasia. Luego pasamos a las inyecciones de una hormona para que pudiera crecer y dejara de ser el más pequeño de mi salón de clases en el colegio.

La camisa seguía guardada en el ropero. La guardaba para alguna ocasión especial que nunca llegaba. Para la primera comunión fui con una camisa blanca y después me olvide por completo que tenía aquella camisa azul muy bonita.

Ya en secundaria cuando empecé a ir a fiestas de quince años intente usar esa camisa pues a mí me gustaba ir siempre distinto. Incluso les pedía corbatas a mi abuelo y a mis tíos. Era el único del grupo que usaba gemelos y pisa corbatas.

Aquella camisa azul me dio lastima en algún momento y decidí dársela a mi hermano menor al que solo le llevaba un par de años. Había solo un problema. El ya estaba de mi tamaño y no había forma de que aquella camisa, ahora guardada por casi diez años, le quedara. No quise deshacerme de la camisa así que la tuve un tiempo más en el cajón de ropa vieja a pesar de que nadie la hubiera usado.

Cuando ingrese a la universidad todos mi familiares me felicitaron y hubo una gran cena. Como nunca vino mi tía desde España en noviembre para darnos la sorpresa a todos. Pregunto por qué no tenía ninguna foto con la camisa que me había regalado y le explique que cuando quería usarla no me quedaba y que después ya no me quedaba. Una lástima, pero eso fue lo que había pasado en realidad.

En las clases de ciencia política conocí a una chica muy risueña y simpática. Tomábamos café en el receso y esperábamos a que todos sacaran las copias del curso para ir por ellas. No paso mucho tiempo para que nos volviéramos muy buenos amigos. No solo hablábamos de las clases y anécdotas del colegio. Teníamos gustos en común. El teatro, el cine, los parques, el café, las caminatas. En fin ella me también me pregunto por qué llevaba el cabello tan largo. Le dije que nunca lo había usado corto por que en el colegio nos dejaban llevarlo así si llevábamos una nota de nuestros padres.

La primera vez que fui a su casa su madre me invito un vaso con agua helada. También dijo que sentía una envidia sana por mis rulos. En fin ya me iba ya solo había pasado para dejarla y ver que llegara bien cuando salió su hermano menor. Era un pequeño muy buena onda. El quería que me quedara a jugar un rato nintendo con el pero ya tenía que irme.

Cuando llegue a casa pensé en lo ocurrido. Seguiría viendo a mi amiga en clases pero no sabía si volvería a ver a su hermano menor. Bueno, se me dio por ordenar mi cuarto y los cajones y para mi sorpresa encontré aquella camisa muy bien conservada. Pensé en dársela. Ojala le gustara.

La semana siguiente al salir de clases le dije a mi amiga si podíamos pasar por su casa. Ella dijo que no había problema. Al llegar salude a su mamá y llame a su hermano menor. No le di muchas vueltas al asunto le dije que la camisa era mía pero que nunca la había usado. Al parecer le gusto de inmediato por que se la puso frente a nosotros y le quedo bastante bien aunque un poco, solo un poco, grande. Algo holgada quizás. Por fin supe que hacer con aquella camisa que había recibido. Me sentí bastante bien de no haberla botado o regalado a un desconocido. Salí, fui por un café y en el camino fume un cigarrillo.

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